Saturday, March 7, 2020

La vida es un sueño fuerte.


... la vida es un sueño fuerte
de una muerte hasta otra muerte,
y me apresto a despertar.

                           Severo Sarduy

  Siempre experimentaste estupor y angustia, cuando pensabas en la costumbre de enterrar a los muertos; y era una obsesión aún más torturante cuando pensabas en ello después de abandonar en los cementerios a algún ser querido que acaba de ser enterrado, peor aún si era joven. Te producía escalofrío imaginar ese aterrador final de tu testa!, laboratorio de perennes ecuaciones y paradojas filosóficas sin solución; la angustia era mayor si tales pensamientos te atacaban previo a dormir, y pensabas en tu cuerpo, templo de delirios sexuales que supo de caricias cual dardos de pasión que terminaron en crueles punzadas de desamor. Te provocaba escalofrío pensar que aquel tu cuerpo, de enclenque anatomía, cuerpo al cual cuidabas en tu juventud sin mucho alarde vanidoso, al cual tu madre por su trabajo de costurera acostumbró desde pequeño a vestirte sin descuido, con gusto pero sin excesos, terminara bien serio, enterrado en un hoyo!, pudrièndose mientras es devorado por gusanos; mientras allá arriba a unos cuantos metros en el mundo de los vivos, la vida continúa en su rutina, donde el día a día despunta con claxons de vehículos (que tu sordera fúnebre no te permite ya escuchar) anunciando el ajetreo del trabajo diario, y donde por las noches en algún motelucho cercano al cementerio donde yacen tus despojos, Alejandro y Antonio gozan las narcotizantes caricias en sus encandiladas epidermis sin pensar en ese momento de máximo placer, en la muerte, esa que quizás un día no muy lejano los convertirá en uno más de tus vecinos en ese cementerio donde reposas y donde los que te visitan pueden leer el epitafio que pediste a tu madre pusiera; tu bella madre a la cual sin resignarse, le rogabas no llevara tus depojos ante ningún cura ni a ninguna iglesia, bajo amenaza de desvelarla con pesadillas de tu impía resurrección . El epitafio en tu tumba, la cual está en el mismo cementerio donde yace tu hermano Daniel, muerto joven hace más de tres décadas producto de las guerras fratricidas de eterno retorno en Nicaragua, es de Severo Sarduy, el cual dice:

"Volveré, pero no en vida,
Que todo se despelleja
y el frío la cal aqueja
de los huesos. ¡Qué atrevida
la osamenta que convida
a su manera a danzar!
No la puedo contrariar:
la vida es un sueño fuerte
de una muerte hasta otra muerte,
y me apresto a despertar.


  Quizás lo peor no es morir, sino morir joven y por una causa perdida, morir sin haber vivido lo suficiente para ver la traición en que esas luchas terminan; pero vos moriste con suficientes años acumulados para ver la traición en que terminó la lucha por la cual casi mueres joven. Inmolarse como héroe, ¡qué romántico!, ¿no? que romántico es que los que quedan vivos en esas luchas recuerden a los jóvenes inmolados diciendo "murió por la Patria". De jóvenes muertos por la Patria están llenos los cementerios, mientras la asambleas están llenas de viejos engordados con el tocino del poder de turno. Las perennes utopías han atestado de muertos jóvenes los cementerios en cualquier lugar del planeta y en cualquier momento de la historia de las luchas por un mundo mejor; a pesar de ello el mundo sigue su curso, el magnate acrecienta su peculio en países de tercer mundo donde ellos viven como en país de primer mundo.

  A unas cuantas cuadras de tu tumba, arriba en el mundanal ruido de la existencia a la cual perteneciste como en un sueño, el político amigo y socio del banquero, envejecido y engordado en el oficio político, se prepara para una sesión más en su cómoda butaca en la asamblea donde se aprobará la nueva ley de seguro social que además de aumentar la cuota de los trabajadores al seguro, se aumentará más la edad de jubilación.

  El mundo seguirá indetenible su curso, el día se hará noche y así se acumularán los años, las décadas, y repetirá los viejos capítulos de la historia con sus viejos errores y crímenes bajo nuevas tecnologías y con nuevos y extravagantes discursos políticos, mientras allá abajo el viejo cementerio, en el hoyo donde te depositaron (si acaso no han construido sobre el cementerio un centro comercial) sólo queda entre tus cenizas un cristo de metal que tu madre, sin haber cumplido tu impía petición, puso en tus manos como visa de entrada al aburrido cielo donde ella confiaba quizás volver a encontrarte. (Páginas sueltas de un desdiario).

Otto Aguilar - Berkeley - Feb 15 de 2019
Dibujo : Autorretrato sobre papel  

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