Saturday, October 29, 2011

CAVAFIS EN ATENAS. 1932 - Luis Antonio de Villena


Es una foto. Triste, si son tristes las fotos…

Sin los lentes, un hombre mayor mira con vaga tristeza.

No parece lustrosa la chaqueta ni la bufanda cualquiera

entorno al cuello. Todo es viejo y gastado,

como la foto misma. Probablemente el viejo

o avejentado señor sabe que va a morir, que está

tocado, y clama: ¡Ah de la vida! ¿Nadie me responde?

La esencia del pasado está en la pulcritud del silencio.

Y él es ya sólo pasado, irreal materia que está en cada

uno, en ninguno y en todos.Palpa el aire ático

y la mano de piel olivácea está vacía…

¡Polvo de Píndaro y Cirene, polvo de los Lágidas o Alejandro!

Sólo está pensando: volveré a casa. Diré a Dimitri

que traiga a sus amigos algunas noches

y veré (agradecido, llorando sin ser visto) esa misma

belleza esplendente que me consumió y adoro. La festejaré

callado. Un óbolo o treinta piastras. No diré: No queda

nada. Después no somos nada. Huimos como el polvo

de las arenas libias. Todo florece para un dios desconocido.

Soy nada, fui nada y nada seré. Todo y nada para nadie.

Sí, ¿para qué habré venido? He repetido esa pregunta…

Me consuela la belleza de Calímaco y de Míisco.

Me consuelan los muchachos de los antros de estío.

Me consolaron el deseo y la luz. Pero ahora sólo

hay polvo del desierto. Somos nada y nada queda…

Desolado, se alza ante mi la Santa Sabiduría

y los mosaicos y el oro que soñé de niño…

Galileos o sin galileos ¿cuál fue nuestra culpa,

ofendidos, manchados, execrados del Tiempo?


 

Madrid, 28-Octubre-2011.
Poema de Luis Antonio de Villena
Foto tomada de : CAVAFI A Biography by Robert Liddell

Friday, July 1, 2011

Carta a Daniel.

                                                                                                                
                                                                                                         
                                                                                               
Querido hermano:

  Daniel, hoy primero de Julio se cumplen 25 años de no vernos!,ya no conversamos, ya ni siquiera nos escribimos. Siempre para estas fechas releo tu carta que recibí en Moscú desde Managua, aquel septiembre de 1984 en la cual escribías:

“ Querido hermano, despuès que ya han transcurrido meses desde que te marchaste a la tierra de Lenin, aquí te recordamos siempre…  aquí todos te queremos. Fijate que se conmovió bastante Eduardo cuando nosotros te dejamos la maleta al lugar donde te reconcentraban y que pronto partirías para allá, lo mismo Jorge,  mi madre y yo. En la U.M. me llegaron a dejar por parte del batallón 5010, un certificado que dice asi:

"Ejercito Popular Sandinista
Batallon 5010 - Heroes y mártires de Nueva Guinea
Se reconoce la participación del cro. Otto Aguilar Rojas
por su labor vanguardia en la lucha contra las bandas contrarrevolucionarias."


… te felicito mi gran hermano por todo eso…”

  No sabès Daniel, cuanto me gustaría hablar con vos!, pues esa única carta tuya que guardo desde hace 25 años, me deja con mucha curiosidad de saber como estás ahora, como piensas, que ha cambiado en vos desde entonces el caprichoso destino, del cual somos simples marionetas paraplèjicas colgadas de esos hilos que nos halan en impredecibles derroteros. Te acordás cuando estando yo en mina Rosita con la cruzada de alfabetización lleguè hasta la base militar Luis Delgadillo de puerto Cabezas donde te encontrabas asignado?.   Esa noche conversamos tanto!, eran los inicios de una utopía de la cual los dos èramos cómplices, junto con toda la familia, una utopía que nos envolvía como nuevas verdes epidermis, una autopía envolvièndonos y ponièndonos a levitar como el humo de tu cigarrillo, que intermitente ponía pausas a aquel íntimo intercambio de experiencias y consejos. Los dos caminábamos sobre la misma cuerda floja y tensa de aquellos álgidos años de Guerra de los 80’s. Tu cigarrillo ponía pausa a la perorata de los dos, había tanto de que hablar!, había tanto entusiasmo y tanta incertidumbre en nuestra vidas entonces!. De esa conversación recuerdo que vos insistías en que tu timidez te hacía pasar difíciles momentos, cuando tenías que mostrar un carácter enèrgico como jefe en la unidad asignada, y yo conocièndote como eras, igual a mí de tímido, te aconsejaba que recordaras los momentos dificiles que pasamos juntos en la guerra de insurrección allá en las calles de nuestro barrio de las Amèricas y que a pesar de ello estábamos allí todavía vivos. Te decía que si habíamos pasado lo peor, que era enfrentarnos casi sin armas a la guardia, entonces podíamos ahora enfrentar esos momentos y otros más, como retos que nuestros destinos nos habían impuesto. Yo ingenuo eso pensaba, pensaba que lo peor había pasado, pues como intuir todo lo peor que nos deparaba los años por venir?.

   Pero el destino ahora de nuevo nos ha lanzado a cada uno por diferentes mundos, y ahora ya perdimos todo contacto, donde estarás mi hermano?, te he buscado, algunas personas me han dicho que te han visto en Nicaragua, pero nadie me da ninguna pista de vos. He tratado de buscar a tu última novia, dicen que ella tuvo un hijo tuyo, es cierto?, sería de mucha alegría para todos nosotros en especial para nuestra madre que siempre te recuerda y espera algun día volver a verte. Daniel, como es possible que ya pasaron 25 años? , y no sepamos que es de vos?

  Se que somos pasajeros en esta vida, pero es dificil aceptarlo, no?; todo lo va devorando el tiempo inevitablemente. Que fugaz fuè todo aquello Daniel!, que fugaces somos los seres humanos!, e ilusos sintièndonos eternos y poderosos, cuando ostentamos irrisorios y futiles cargos. Nos olvidamos de lo pasajero de cualquier poder, de cualquier riqueza, de lo fugaz de la existencia. Nos falta recordar, que cada uno de nosotros sólo somos un microsegundo, en el tiempo transcurrido desde el primer humano haciendo historia en nuestro planeta.

   Cuántas cosas nos pasaron a vos y a mí, en todo este tiempo, en un cuarto de siglo?. En esos 25 años la revolución Sandinista se murió. Tambièn el fèrreo y cruel socialismo ruso sucumbió, a escasos cuatro años despuès de mi salida de Moscú; y con ese desplome se vinieron abajo muchos muros que dividían, separaban a muchos seres queridos, como el muro de Berlín. Hoy podemos acceder a la desclasificación de la información de los crímenes cometidos por esas utopías. Todavía me resulta pasmoso el haber estado en esa tierra rusa y, en esos días haber sido ignorante de todos esas víctimas del stalinismo. Sólo al haber caído yo tambièn al nivel del proscrito, del expulsado, del lacra para cualquier oficialismo, me dí cuenta de la falsedad de todo aquel idilio tanto en Rusia como en nuestro sufrido país Nicaragua. Pero haber abierto los ojos allá en Moscú, me permitió tambièn abrir los ojos para lo que se llevaba a cabo en nuestro propio país Nicaragua, a ese engaño, a ese fingimiento de ideales que quedaron enterrados con los hèroes de antaño. Se que en este punto nosotros discrepamos, cuando nuestras conversaciones con el correr de los dificiles años 80s, se alejaron de aquella conversación que hermanablemente sostuvimos en Puerto Cabezas.

   Hoy, acumulados los años, veo y repaso una y otra vez, viejas fotos que congelaron esos momentos de nuestra fugaz existencia, de años de inocencia, de tímidos rostros, de juveniles ímpetus y ánsias de aventuras, lanzándonos a explorar y vivir el impredecible mundo, aún que con ello peligrara nuestra vida misma, en los precisos años en que comenzábamos a vivir. Releyendo viejas cartas relamidas por el tiempo, hojas de mis diarios y del tuyo que abandonaste conmigo, logro recordar momentos vividos que a veces me parecen producto de la imaginación, y me sumerjo en esos días preguntándome, como se fueron?, como es que estoy todavía aquí habiendo vivido todo eso?, por què no sucumbí como tantos?.

   Te confieso que a veces me sentía culpable de ser sobreviviente de esas difíciles pruebas, de los riesgos de mi aventurera e idealística juventud, pues ya ves cuantos jóvenes sucumbieron. Ellos se merecían más que yo, ellos deberían de estar hoy recordando como lo hago yo ahora, todos esos años de apasionada juventud, estar a la par de sus nietos y hablarles de aquellos tiempos que ahora parecen míticos o puro cuento de borracho. Ellos más que nadie se merecían a pesar de los desengaños, gozar del placer de hollar con sus cansados pies de viejos, este bello planeta y respirar el olor del salitre en una costa lejana, de cualquier país, quizás lejos del que les vió nacer.

   Pero la vida impredecible que nos llevó  por derroteros insospechados, está aquí sin más remedio que vivirla, sabiendo que otros que estuvieron a nuestro lado no nos acompañan más en este incansable y peripatètico girar del mundo. Nuestra fugaz existencia es devorada por microsegundos, quizás esos seres imperturbables y devorados ya por el tiempo, a nuestro lado deambulan, en esa otra dimensión paralela, en la cual un día tambièn nosotros imperturbables devorados por el tiempo, les acompañaremos. Quienes te acompañan ahora Daniel, allí donde andás?. Donde estès, siempre te recuerdo hermano mío.

Abrazos y besos de nuestra madre y tus hermanos.
 

Tu hermano que no te olvida
Otto 
Berkeley, 7/1/2011

Foto de mi hermano Daniel Aguilar caído en 1986, tomada por Arturo Chow.

Thursday, February 10, 2011

Éxodos e inquisiciones.




"Y saber que estoy aquí de paso, y que debo alegrarme de que así sea, 
que este sitio que es mi tierra, que este paisaje que es mi mundo, 
el único mundo que reconozco como mío, sea precisamente el lugar 
donde no pueda vivir y donde solo pueda venir de visita y como extranjero..." 
                                                                                     Reinaldo Arenas

  -Solo cuentos sos vos!, le espetaba escupièndole las palabras en el rostro, un incrèdulo contertulio a su compañero de mesa. Los dos eran personajes de esas pinturas de la post guerra del pintor alemán Otto Dix, que trasnochaban en aquel arrabal perdido entre oscuras calles, atestado de mustios inmigrantes, ajadas  prostitutas, desdentados y enajenados drogadictos, ebrios y travestidos que resucitaban en su senectud a la Greta Garbo, a la Rita Hayworth, entre otras luminarias de un glamuruso pasado. 

   Aquello era un pandemónium de esperpentos, garabatos del infortunio, fetos de abortadas revoluciones, funambulistas saltando de frontera en frontera, insomnes de pesadillas latinoamericanas, rusas, cubanas, nicaragüenses, africanas y europeas en la decadencia del siglo XX; víctimas de dos sistemas económicos antagónicos: capitalismo y socialismo, en sus mejores tiempos cuando cada uno de ellos y en sus respectivos países, defendían a capa y espada sus ideas políticas enfrentándose a muerte, y ahora se contaban sus cuitas, cada uno autocensurando o inventándole nuevos detalles al cuento de acuerdo al interlocutor de turno.


   A esos arrabales como tumores ribeteando la ciudad, acudían todos aquellos solitarios espectros uniformados por la miseria, a buscar refugio allí donde ya no había ninguna esperanza más que la de encontrar a alguien con el cual revolcarse en una noche de embriaguez, rumiando penas que metamorfoseaban en crueles chistes de explosivas carcajadas. 


   Todas las tardes, cual sonámbulo, Ricardo arrastraba sus pasos a ese bar, sórdido refugio, despuès de escapar del tedioso trabajo diario para pagar su renta, olvidándose de las pinturas de su serie de
"Éxodos" que inconclusas  languidecían levitando en las paredes de su estudio, en espera de su tiempo libre e inspiración.

   En la crisis económica estadounidense que recordaba la gran depresión de los años treinta, el arte era un lujo menos asequible de lo que reciéntemente había sido, y ese lujo ya no se lo podían dar aquellos que habían venido adquiriendo sus pinturas desde hacía quince años cuando èl había emigrado de Nicaragua. En realidad todavía èl no podía quejarse de su suerte,  acostumbrado a vivir solo, y sólo con lo básico, la agudización de la crisis no le llevaba a fatales decisiones. A cambio de borrarse del mapa, se perdía en èl, sumergièndose en sus oscuras zonas, allí donde pululaban aquellos seres convocados por el infortunio. Algunos de ellos le traían recuerdos de aquella Sebastiana nicaragüense, de aquel pavo real coqueto que caminaba por las calles de Managua, todo emperifollado en su papel de mártir gozoso de su metamorfosis. De todos aquellos asiduos al bar , Ricardo aprendería a sobrellevar con estoicismo los malos tiempos y sus limitaciones, aprendería a ahuyentar el dolor con la carcajada, a convertir la rabia en ironía, a travestirse de cinismo ante los novatos y creyentes de nuevos mesianismos, mesianismos que la historia repetía una y otra vez, como trampa para incautos y aprendices. Quizás en la soledad de su estudio, entre fotos de familia lamidas por el tiempo, mudas y perplejas, que le seguían con la vista desde la pared de su estudio donde colgaban, quizás solo entre cartas releídas, manoseadas y olfateadas, como queriendo encontrar el olor que pincha dolorosamente el recuerdo, quizás sólo entre vetustos libros con dedicatorias de sus autores habitantes ya de un más allá inalcanzable, era cuando Ricardo volvía a ser vulnerable, cuando trataba de convocar el recuerdo como bálsamo ante el indiferente olvido. 


   Ricardo repetía una y otra vez, que obligado a emigrar ilegalmente de Nicaragua sólo se había despedido de su hermano y amigos enterrados en el cementerio Perifèrico de Managua. Atrás dejaba una revolución muerta y enterrada, como enterrados estaban su hermano y sus amigos reservistas inmolados por los caciques de penacho rojinegro, en los batallones de la guerra de los años 80's.  Dejaba al pueblo pequeño convertido en infierno grande, donde la elite de los revolucionarios Sandinistas en el poder, eran como aquellos muñecos de paja que el general Sandino había dejado en el cerro del Chipote, como estrategia para engañar al enemigo.


  Sí!, sólo eso era lo que había quedado despuès de que se terminaran todas aquellas guerras. Sólo monigotes habían quedado de los viejos guerrilleros. Los monigotes menos afortunados, ahora por medio de soplos divinos, hambrientos pululaban en polvorientas calles, arremolinándose en rotondas con salmos y oraciones alrededor de imágenes de vírgenes que amanecían milagrosamente bañadas en sangre. Y de los guerrilleros afortunados que habían tomado el poder, sólo quedaba un fuerte consorcio de nuevos ricos aliados con los viejos ricos. 

   Al unísono, como un coro desafinado, el cuento de cada emigrante en aquella taberna siempre era el mismo, aunque matizado con diferentes detalles, producto del etílico elixir que anegaba las neuronas. 


   Entre los asiduos a aquella taberna, hediondo mingitorio, había una vieja bailarina rusa que había huido de la revolución bolchevique y que en París había envejecido esperando el regreso del zarismo a la Rusia de Lenin. Abandonada a su suerte, ella había de nuevo emigrado hasta donde ahora se encontraba. Ella era Celina, quien de vez en cuando había posado para Ricardo, intentando con dificultad retomar aquellas poses clásicas de bailarina que la hacían remontar a sus mejores tiempos. Aquellos tiempos cuando su elástico y estilizado cuerpo encorsetado vibraba siguiendo el ritmo de las notas del ballet El Lago de los Cisnes. Celina había emigrado a París muy jovencita, con los ballets rusos de Diaguiliev. Muchas veces había estado  en medio de las trifulcas que se armaban por los celos entre èste y su amante preferido, el  primer bailarín Nijinsky.  En muchas ocasiones ella había abogado por Nijinsky ante Diaguiliev, cuando èste le había cerrado todas las puertas a su carrera de bailarín, en cruel venganza por haberlo abandonado por una bailarina. Años despuès acabaría loco el desdichado Nijinsky, uno de los más destacados bailarines del ballet imperial ruso. 


   Esta historia se la había contado Celina a Ricardo, con quebrada voz y con ojos turbios de un azul grisáceo, mientras posaba para èl.  Escuchándola, Ricardo recordaba a ese genial y loco escritor llamado Gogol, cuyo triste final se asemejaba al de Nijinski. La tragedia hermanaba a Nijinsky con el escritor Gogol, para quienes el precio de la genialidad había sido la locura. El atormentado bailarín se habría de refugiar en las faldas de su esposa Romola, tratando de olvidar aquellas pasiones prohibidas y atormentadas que había sentido por el impetuoso empresario de las artes rusas, Serguèi Diaguiliev; mientras tanto Gogol, autor de "Las almas muertas", aquejado de muchos males y de sentimientos pecaminosos, manipulado por un fraile fanático, en sus últimos días se refugiaba  en la religión. Dominado  por el mismo fraile se sometió a múltiples y torturantes penitencias, como aplicarle sanguijuelas a su concupiscente y esquelètico cuerpo al que no había dado quizás la caricia con que el placer del pecado nefando le atormentaba. Gogol moriría arrepintièndose y renegando de la obra por èl escrita, obra que habría de influenciar al mismo Dostoievsky, quien afirmaría que todos los escritores rusos despuès de Gogol, habían surgido de su cuento El Capote.


   Quizás todos los que allí pululaban en aquel mingitorio de inmigrantes trasnochados, habían en realidad escapado de los cuentos de Gogol, pues sólo cuentos eran todos, y en puro cuento de almas muertas como la de Gogol se habían convertido. Puro cuento de esperpentos eran, garabatos garabateando su variopinto pasado, escapándose como sobrevivientes de capitulos inconclusos del cuento de sus vidas.


Otto Aguilar.  - Berkeley - 2/10/2011 

Imagen: Éxodos III. - Pintura acrílica sobre papel - 40 x 40" - Berkeley 2007