Wednesday, April 1, 2020

Polvo de estrellas.




  “Todos estamos hechos de polvo. ¡Pero es polvo de estrellas!..."

                                                                       William E. Barton.


  En estos días de confinamiento me refugio entre páginas de libros, como tratando de esconderme del mortal virus, tratando de poner pausa a la avalancha de información que circula sobre el aterrador avance de la pandemia. Me refugio en el libro cuya lectura había abandonado, titulado "Suite francesa" de Irene Nèmirovsky, escritora nacida en Ucrania, que huyendo de la revolución bolchevique de1917, se asiló en Finlandia y luego en Francia. Suite francesa fue publicado postumamente, despuès de que la autora muere en el campamento de concentracion nazi, Auschwitz. Su libro es la narración de lo que su autora va viviendo desde que la guerra inició, convirtièndose ella en una de las millones de víctimas mortales del holocausto. El manuscrito sobrevivió escondido igual que sus dos hijas. En el èxodo de familias ricas junto a gente de pueblo, narra las peripecias, las dificultades que por primera vez muchos ricos empiezan a sufrir colocándolos al nivel de la vida difícil que el pueblo ha experiementado como rutina. Esos dramáticos pasajes donde miles de personas huyen de los nazis de un pueblo a otro, viviendo todo tipo de calamidad, hambre, robo, humillaciones, o muerte al ser sorprendidos en medio de la carretera por aviones bombarderos nazis, me trae a la memoria cuando el avión de la guardia somocista al amanecer bombardeó a miles de personas que habían salido en èxodo de Managua a Masaya por la noche, huyendo de la represión somocista en medio de la guerra final contra la dictadura. Tambièn ese èxodo que narra la autora, me hace pensar en el caso del crucero que llevando turistas, la peste les sorprendió mientras disfrutaban del lujo de vacacionar en el crucero el cual se convirtió en una jaula de oro flotante. Debido a que el crucero lleva varios infectados y cuatro muertos, ningún país les permite desembarquen. Lo último que leía es que ya habían pasado por el canal de Panamá y se dirijían a For Lauderale en Folrida, donde les habían ofrecido recibirlos.

  Por què leer Suite francesa ahora?- me preguntaría alguien, no tenès demasiado drama, tragedias con las noticias en las redes?, yo le respondería que además de ese libro me acompaña otros menos trágico como Hombre versus naturaleza, de Sir Charles Sherrington.
El mundo occidental, sobre todo los habitantes del primer mundo, ha visto sólo de lejos lo que otros han vivido como parte inherente de su historia como el sufrido Congo, explotado en sus recursos y esclavizada y disminuida su población por el colonialismo Belga e Inglès, para luego sufrir por la barbarie de las matanzas y guerras entre etnias. Si bien estas noticias de esas víctimas y otras como las de las guerras en Afganistán, Siria, Irak, Palestina, los genocidios de Ruanda provocan compasión, horror, tristeza e impotencia por las víctimas, tales sentimientos se experimentan muy lejos y a resguardo de correr la misma suerte. Pero en la actual situación provocada por la pandemia mortal que ya acumula más de 42,000 fallecidos en el planeta, ese paradójico sentimiento de compasión e invulnerabilidad que se experimentaba ante víctimas de tragedias lejanas, está anulado porque el mundo en general desde las grandes potencias como China, Estados, o paises como España, Italia, pasando por la remota isla de Pascua, hasta el último rrincón del planeta es ahora vulnerable, porque están en guerra contra un enemigo invisible; una guerra donde todos estamos expuestos a correr la misma suerte tanto el millonario de New York que acaba de irse a confinar a exclusivas areas, como los habitantes de la ciudad de Guayaquil, Ecuador, donde los cadáveres están siendo abandonados en las aceras y calles.

  Mientras amanezco con un libro en la mano, y el esmeralda del follaje de árboles penetra a travès de mi ventana, no puedo evitar pensar en que en ese momento están muriendo muchos, y tambièn que entre esos muchos hay enfermeros y doctores que se contagiaron al estar atendiendo en los hospitales a los contagiados. Huyendo del mortal virus entre las páginas de un libro, es inevitable sentirme impotente aunque extrañamente sin mucho miedo a pesar de la probabilidad de llegar a convertime en una cifra más entre las víctimas mortales de la pandemia. Ante este sentimiento me pregunto por què no experimento tanto miedo, si para mi la muerte es algo inaceptable? quizás porque aun por estos lados no experimentamos el horror que viven los habitantes confinados en Italia, al ver desde sus balcones el desfile de camiones trasladando ataúdes de víctimas fallecidos dirigièndose al crematorio. Por estos lados en Berkeley, a pesar de que no vivimos aun estas tragedias muy posible de sucedernos, esto es un pueblo fantasma donde las pocas personas que me topo al salir a la calle se apartan siguiendo las medidas de distanciamiento (aunque ahora camino o corro en medio de la calle).

  Una querida amiga me envía constante información sobre medidas para prevenir la infección, y consejos de como debo prepararme para sobrevivir a la crisis económica. Pero es de optimistas pensar ante tantos fallecidos que aumentan minuto a minuto, poder salir de esta con vida, y yo no soy ni optimista ni pesimista, simplemente realista que contempla como la muerte de nuevo me rodea, me cerca como lo fue en mis tiempos de guerras o terremotos de mi país de origen Nicaragua.

  Mientras espero salga el sol para escaparme, en estos días grises, me escondo ahora en el libro Cosmos - mundos posibles, de Ann Druyan, donde leo la frase de Carl Sagan, esposo de la autora :
"El cosmos está dentro de nosotros: estamos hechos de materia estelar, y somos el medio para que el cosmos se conozca a sí mismo”

  Antes de Sagan, en 1921 el columnista de "The Evening News de Michigan", William E. Barton, escribió: “Todos estamos hechos de polvo. ¡Pero es polvo de estrellas!..."

 Otto Aguilar - Berkeley - 4/1/2020 - 5:37 am
  Foto en el parque aquático de Berkeley