Friday, March 7, 2008

Chepito Cuadra por Alvaro Urtecho.

José (Chepito) Cuadra Vega por Álvaro Urtecho

José Cuadra Vega (1914), Josecito para sus amigos y admiradores y todos sus colegas del Parnaso que lo quieren y lo exaltan y han gozado toda la vida de los decires y rituales de su originalísima personalidad que lo caracterizan, no sólo como un punto de referencia de la vieja y auténtica Managua, sino como el gran poeta de la vida doméstica y conyugal, el mayor cantor de lo hogareño específico como el eje central de su inspiración: su Julia, su Doña Julia, la musa de sus cantos inspirados, en cuyas notas vibran, no sólo el aliento cotidiano de su enjardinada y enverjada casita de la Colonia Centroamérica, grupo L-835, sino la cuerda inconfundible de un acento religioso propio, fresco, directo, familiar, conversacional, popular: y una divinidad, un Dios, un Jesús carnal, amigable, festivo y una Virgen Pájara María gozosa pero humanizada, que entra en los oscuros antros donde Mammón guarda el oro que envilece al hombre; que entra en las oficinas públicas, sin vírgines pájaras marías y sin cristos carpinteros, nazarenos; que entra en los lupanares a rescatar a sus pobres pajaritas putas de alas rotas, putillas de mala–muerte, sentadas en las duras bancas de los lupanares a la espera de algo, de alguien, “del que paga, Oh, Sor Juana, por pecar”.La tendencia de toda la poesía en general de Cuadra Vega es, en síntesis, una poesía alucinada, llena de humor y amor, pero de un amor que trasciende desde aquí, desde la tierra, hasta llegar a Dios, lleno de gracias.

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DON CHEPITO CUADRA JUNTO A LAS FOTOS DE SU MADRE Y HERMANOS


INSOMNIO

Con ojos insomnes,
habitando en un limbo estoy.

Insomne,
sin nadie a quien colgarle mi piel,
para huir de mismo,
y sin ningún idealismo ajeno a mi ser ,
por el cual dejarme matar.

Insomne,
en estos grises días,
contemplo con horror y colérica impotencia,
el reguero de cadáveres que desde la Patagonia,
hasta la frontera con Tijuana,
ha dejado el “sueño americano”.

Insomne,
para recordar a mi hermano Daniel, y a tantos jóvenes,
que por haber muerto jóvenes,
en el afán de una sociedad mas justa,
se salvaron de podrir en vida, como estamos,
los que sobrevivimos en este inmisericorde mundo.

Insomne ,
con ojos de desvelo encolerizado, al contemplar en Managua,
los palacetes de los ricos nuevos junto a los de los ricos viejos,
mientras bajo lápidas desteñidas, de cristos cotos,
en olvidados cementerios, podridos yacen los héroes
y en barriadas polvorientas pululan cadáveres vivientes.

Con ojos insomnes,
contemplo con angustia la presencia de mi existencia,
a través de cada segundo que diseca.

Otto Aguilar