Thursday, December 24, 2009

LA CORONA DE ESPINAS. (Poema de Alvaro Urtecho)



LA CORONA DE ESPINAS.

Desde que ví en la primera iglesia
-vecina de la casa donde cantaron
los gallos de mi nacimiento junto
a la sonrisa inclinada y curiosa
de mi madre-, la faz de Jesucristo,
su corona de espinas, no he dejado
de buscar nunca a ese hombre,
la suma del dolor humano,
la suma de lo que no dijeron
ni griegos ni romanos, ni el judío
fariseo envuelto en su traje lujoso
del Pontífice dictaminando la Ley
y la Norma como despuès en las
capillas augustas del Vaticano.
La suma del dolor, de la pregunta
inquisitiva alzada al cielo desde
el peso del madero sangrante,
oloroso, para mí, a corozo e incienso,
la suma de todo lo que nos atañe
más allá de la eras con sus dioses
circulando y asentándose en altares,
deshacièndose en oros y monedas.
Donde habitas, Cristo nuestro,
dónde está tu primera y última
pregunta y tu corona umbilical
de espinas?, Eres el hombre
que habitamos, el hombre que
asesinan e incineran todos los días?
Inútil es recordar tu sufrimiento
que escribas y escribanos guardan
como una efemèrides más en los
calendarios del Cèsar y sus sátrapas
de ayer y de ahora. Tú no existes,
Jesús, Nazareno, como algo fuera
de nosotros, como algo impuesto
por los perros guardianes de la
Fe ortodoxa en su euforia triunfante.
Tú estás en nuestras venas, eres
la sangre que alimenta nuestro
anhelo de protesta y rebelión.
Eres el vino que apuramos
y la embriaguez compartida.
Eres, en nuestra tarde que declina,
en nuestra noche poblada de
fantasmas y temores, el hombre
que somos, el rostro que nos
duplica en el espejo, el encarnado
en las vertebras y en los corazones
que resucitarán algún día cuando
sean dados todos los abrazos
y los besos que no pudimos dar.

Poema de Alvaro Urtecho, de su antología:
"Tierra sin tiempo".
Foto: Otto Aguilar

Monday, December 21, 2009

LONTANO. - Poema de Alvaro Urtecho



E come quei che, con lena affannata,
uscito fuor, del pelago alla riva,
si volge all' aqua perigliosa e guatta

Dante, Infierno 1,22-24


Cierra los ojos:
la mermelada lisa del clausurado
párpado te temblará.
Hay humedad contigo.
Giras los brazos y palpas
la pared, miras arriba, abajo,
allá, al otro lado;
hilvanas una sombra larga,
los cordeles blanquísimos, calizos,
de un lento ataúd;
respiras incienso, masticas
una rata blanca, un polvoso pelo,
una ruidosa pelota de naftalina.
Hay manos que te agarran.
El pie que se hunde.
La pala fragorosa.
Dejaste todo atrás: familia,
iglesia, escuela, patria,
sellos envilecidos, mascarones
del pánico, cariátides amenazantes,
nombres que ya no nombra,
galerones de lejano olor marino,
fisuras, figuraciones, fugas...

Cierra los ojos,
que la mèdula hormiguea.
Es la una de la tarde
y saca sus uñas del diablo, saca
su frasco el cuerpo, tièndese
franco, rechina
el cartílago intersticial
de la plumbosa persona.
Cierra...
que da pavor esa sirena afuera.

Sí, cierra los ojos:
contempla con un rigor jovial,
la procesión de imágenes
de tu sepelio hermoso.
Algo como el fulgor de un día antiguo
te llega
y cubre de agua fresca,
de fresco amor,
esta tierra vasta, porosa, oscurecida.

Cierra los ojos de nuevo.
Al fondo vibran los tambores
y las guitarras elèctricas de tu tiempo.
Una ínfima luz roja -rojísima-
encièndese y apágase.
Una estrella crepita desprendida.
Gorgotean distantes vertederos.
Censuran labios.
Un grito interrumpido regresa
y declina: gráfico gong
del absoluto en ondas entrevisto.
filosa inscripción, escritura:
lectura y sepultura.
Un solo de trompeta traspasa
el humo de la ciudad.
La ciudad se confunde con la noche,
la noche con tus visiones:
aquellos seres -¿recuerdas?-,
aquellos que te clavaban
todo el amor o el odio
con un palillo hediondo.
Aquellos mismos seres.
El muslo aquèl de una mujer extensa
con su abertura enorme, abierta, deliciosa:
los crótalos del fandango, el sistro
entre sogas y cuchillos y la alta piel
redescubierta precipitándose,
la pulpa obscena retenièndote,
el salobre aire... la mordedura rosa
del alba reiterada, la mañana profusa
en el extraño país, la pureza
de una tarde compartida, unos
árboles que retroceden suavemente
ante el crepúsculo cárdeno,
el milagro visible titilando...
túmulos, hechos, hombres, fechas...

Cierra los ojos.
Todavía perviven las visiones
y tienes mucha luz en el pecho.
Cuando salgas
llèvate las olas del tumulto,
alza tu rostro, abre
sin fin la pupila, apresúrate,
salta, mídete con el viento,
lánzate sobre la yerba, sacúdete
tus ángeles,
embriágate del día que te evade
de ti mismo, muestra
tu lengua de ceniza,
la telaraña de los muertos borrachos
bajo tierra,
la baba inescrutable,
la sangre acusadora,
el encharcado corazón,
el cuerpo prolongándose en pedazos,
el barro, el polvo, tu cáscara,
tu risa, tu voz espantosa;
avanza, invoca, persigue
esas visiones, esas formas
que a tí, jardinero plutónico,
te conciernen.

Duerme, poeta, duerme.
Duèrmete, niño.
Cierra los ojos:
Cuanto espacio en el sueño!


Poema de Alvaro Urtecho - libro: "Tumba y residencia".(Poesía reunida)
Imagen: Otto Aguilar

Saturday, December 19, 2009

Con la máscara de Mishima.


No es nada nuevo que en pleno siglo XXI muchos tabues subsisten, para hacer miserable la vida de muchas personas y poner diques en el desarrollo de la raza humana. De las preferencias sexuales hacia los del mismo sexo no se habla en familia, aunque por allí se escuchan rumores "raros" del abuelo, del tío, del sobrino, de eso no se debe hablar, niño!!!. Sorprende y deja pasmado el silencio cómplice, el cual ha contribuido, alimentado tanto crimen atravès de los siglos!.

Hace unos años en Managua veía por el noticiero con tristeza y rabia, la noticia del suicidio de un niño del centro llamado "Los quinchos", si mal no recuerdo para niños huerfanos; a la par del cadáver del niño que todavía colgaba de la soga con que se había ahorcado, hablaba otro niño compañero de èl, afirmando que su amigo se había ahorcado porque ya no aguantaba tanta burla de los demás por ser homosexual.

Recorrer muchas veces sólos, sin ninguna guía, el dificil y espinoso camino de la niñez, la adolescencia y la juventud, requiere en este cruel mundo, de usar una "Máscara de carne" a lo Mishima!,y más aún dominar las artes marciales como èl,("Confesiones de una máscara", en efecto fuè la primera novela que leí de èl en mi juventud, para entender porque tenía yo tambièn que usar una máscara de carne para no hacerme en mi adolescencia un jara quiri, como al final se haría el mismo Yukio Misshima!.

Y es que en un mundo lleno de hipocresía, cinismo e ignorancia, el machismo medieval permanece cual virus mutante, a pesar de los períodos luminosos como el del renacimiento, donde genios de la talla de Leonardo da Vinci y Miguel Angel Buonarroti, que legaron al arte obras dotadas de belleza y de humanismo, tambièn enfrentaron la intolerancia homofóbica de su tiempo, la estupidez y arrogancia de la inquisición, del poder del vaticano quienes, a la vez eran sus mecenas. Esa iglesia cuyo palacio sabe de noches de orgías papales de los Borgias, de los Farneses, etc, etc... alimentando y bendiciendo cinicamente desde entonces todo ese odio levítico que reza: "... hay de aquel hombre que se acueste con otro hombre!, su sangre sea derramada y la de sus familia, etc, etc!"..., que iglesia más misericorde!, no?

Este es entre muchos, uno de los grandes lastres que arrastra la humanidad y mientras se insista en la actitud que de eso no se habla en la familia, mucho menos en las escuelas, mientras no se rompa esta mojigatería, mientras no se aborde el tema en las escuelas y se haga conciencia de las espantosas y trágicas consecuencias que la intolerancia al respecto ha acarreado en la historia, como lo que hizo la inquisisción en la hoguera con los acusados de homosexuales, o lo que hizo el nazismo cuando los marcó con el triángulo rosa y los mandó a las cámaras de gases, siempre habrán niños que agobiados por el acoso y la incomprensión, intentarán colgarse de alguna viga si acaso no tuvieron como yo, la oportunidad y coraje de leer y encajarse la máscara de carne de Mishima.

Otto Aguilar
Berkeley - December 19, 2009

"Love stories", book by Jonathan Ned Katz


"En "Historias de amor" Ned Katz presenta historias íntimas entre hombres durante el siglo XIX,- hombres como Abraham Lincoln y Walth Whitman- dibujando retratos de carne y sangre de amistades íntimas y las formas en que el hombre luchaba para nombrar, definir y defender sus deseos sexuales hacia otro hombre. En un mundo antes de que "gay" y "straight" se refirieran a lo sexual, esos hombres crearon nuevas formas para nombrar y entender sus relaciones, y Katz se sumerje dentro de la historia para ofrecernos un cuadro mas claro que nunca de como ellos navegaron el inexplorado territorio del deseo entre hombre y hombre".
-PUBLISHERS WEEKLY

Thursday, December 17, 2009

Abalorios de recuerdos.


  -Hoy, acumulados los años en el alambique de mi memoria, las paranoicas palabras trastabillando unas tras otras, han devenido en una sarta de abalorios - me dice, -Abalorios unas veces atractivos a unos, desagradables a otros, pero como los hago para mí -enfatiza, trasluciendo su torva mirada - poco me importa el que gusten o no a los demás, pues creo que cualquier persona bien puede si quiere, hacerse sus abalorios de recuerdos, para no andar mendigándole a otros, para no andar fijándose en los ajenos con solapados intereses, para despuès destrozarlos, carcomido por los celos y la envidia.

  -Claro que para elaborar estos abalorios de paranoicas palabras,-agrega- se debe tender un poco a la locura, ser un misántropo, un poco chiflado pues!, para ambular a toda hora, por los recovecos de los corredores polvosos de la memoria, buscando el juguete roto o la muñeca despatarrada, abandonada debajo de la cama. Se debe ser un poco obsesivo en la búsqueda de los primeros dibujos firmados en su nombre, con la elegante y antigua caligrafía de la algodonosa abuela. Se debe poseer un olfato de sabueso, para ir husmeando por allí, en esos laberintos del pasado; husmeando el olor mohoso de las altas paredes de vetustos oscuros aposentos, y con ello hacer resonar tras los murmullos, las risitas, los llantos, los ecos de añejas voces... se debe husmear el olor del papel, de los primeros cuadernos improvisados y cosidos a máquina por la diligente y protectora madre.

  -Pues sí!,- me espeta- se debe ser todo eso, y convertirse en un paranoico de las palabras y de los recuerdos, intentar hacer con ellos tras varios fallidos intentos, el mejor de tus abalorios, sabiendo sí, que el siguiente quizá sea el mejor.