Saturday, February 1, 2020

Orgías y matancinas del poder.




¿Sería posible hablar francamente con quien mata incondicionalmente a la gente o habría que arrebatarle primero la dañina arma, las riquezas y el cargo?- Andrei Platónov.

  Rigoberto, uno de aquellos jóvenes sobrevivientes de las matancinas de la insurrección final contra la dictadura somocista en la Nicaragua de 1979, y tambièn uno de los sobrevivientes de los batallones que participaron en la carnicería de la guerra civil desatada despuès, en los años 80’s, asitía esa noche de Jazz al Ateneo en Managua, el antro de estilo Kitsh de la primera dama Sandinista punk, la Rosario o la Chayo para muchos; dicho local quedaba en los alrededores de la casa presidencial. El Ateneo quedaba en los locales de la llamada Asociación Sandinista de trabajadores de la cultura, en lo que era el parque El Carmen, donde habían instalaciones para clases de ballet folklórico, sala de exposiciones de arte, y el local donde se elaboraba el suplemento cultural Ventana donde trabajaban apreciados poetas, tales como Alvaro Urtecho
.
  El amigo de Rigoberto, Boanerges Cerrato, había regresado recientemente de sus estudios de pintura en Cuba, y comenzaba con buenos pasos su carrera de artista. Esa noche para celebrar una de sus primeras ventas, Boanerges había invitado a Rigoberto a la noche de Jazz del Ateneo. Al calor de los tragos, Cerrato sujetaba celoso la maleta de billetes producto de la venta y, la tertulia prometía una noche placentera de dos amigos que se habían visitado en Cuba en aquellos primeros años de euforia revolucionaria sandinista, euforia la cual era estimulada por una perfecta propaganda cronometrada al estilo estalinista-castrista-sandinista. En ese entonces en Nicaragua, la devaluación de la moneda hacía “millonario” de la noche a la mañana a cualquier sacrificado campesino u obrero que a duras penas, (a diferencia de la elite Sandinista y sus allegados), con esos “millones” llevaba el pan de cada día a su prole numerosa. Boanarges era uno de esos nuevos allegados “millonarios de la noche a la mañana” que había decidido beberse “sus millones” producto de la venta de una de sus pinturas, esa noche con Rigoberto en el Ateneo. Boanerges no era un obrero, ni un campesino, los cuales tambièn además de matarse trabajando tambièn morían con un fusil defendiendo las coperativas sandinistas, creyendo que así morían defendiendo la revolución Sandinista. Boanerges era un egresado de una de las mejores academias de arte de Cuba, y la asociación sandinisita le daba ese título “privilegio” de ser un “Trababajador sandinista de la cultura”; èl era un joven pintor, alguien nuevo en las arenas movedizas de aquella “asociación sandinista de trabajadores de la cultura”. Rigoberto quería esa noche explicarle a Cerrato todo aquello, explicarle que ya la revolución no existía… que todo era puro cuento, que lo que èl creía en teorٌía aprendida en la Habana, había sido sólo cuento socialista fabricado desde tiempos de Stalin… pero cómo explicarle eso a alguien nuevo en la efervescencia de su regreso a la Nicaragua de 1985?. Era justo ser un aguafiesta con èl?. Quizás Boanaerges Cerrato lo sabía todo?, sabía todo pero temía decírlo?, o sea los dos desconfiaban el uno del otro?... que le le dijo Rigoberto a Boanerges esa noche?, quizás… quizás èl, Boanerges, sabía tambièn la cruel historia de lo sucedido en Cuba. Es muy probable que ellos hablaron quizás de la carnicería que al final sólo había redundado en beneficio de la nueva elite Sandinista y la elite capitalista de siempre, esos ricos que probablemente serían los próximos compradores de su obra.

  Los dos amigos se remontaron a sus años de estudios: Boanarges recordaba nostálgico la Habana, mientras Rigoberto le hablaba de Moscú, sin mencionarle la razón de su abrupta interrupción de estudios y su expulsión de la extinta Unión soviètica, un escabroso secreto que lo marcaba como a un perdedor, marcado como persona non grata , lo cual lo convirtió a la vez en un escèptico de las revoluciones. Mientras conversaban animados, las miradas furtivas de Rigoberto se dirijían al sudado rostro del saxofonista Gerzon, donde las notas del saxofón suscitaban distintas expresiones, lo cual hizo recordar a Rigoberto la foto que de Gerzon, publicara el suplemeto La semana cómica, mostrándolo desnudo, con el cual muchos suscriptores de tal suplemento se habían masturbado.


  Quizás las notas estridentes del saxofón de Gerzon, llegaban estentóreas, crueles, hirientes, hasta los oídos de la hija de la primera dama punk; cuando iniciaron los abusos era sólo una niña, la cual aterrorizada cada noche y con los ojos bien abiertos de espanto, atisbaba en su habitación la aparicíon súbita del poder libidinoso, lujurioso. El poder que la violaba, y susurraba palabrotas obscenas a sus oídos por las noches, ya había echado raíces en el pueblo; ese poder era la revolución encarnada en su padrastro, el comandante, el mismo que arengaba mesiánicamente en las plazas atestadas de pueblo, el mismo que era aplaudido y vitoreado, el mismo que exigía más sacrificios por la Patria, a ese pueblo, a los jóvenes que desde esas plazas partían sonámbulos en camiones sovièticos a la inmolación en las montañas, donde la guerra civil campeaba.

  Despuès de aquella noche de Jazz, Boanerges Cerrato moriría de un infarto cardíaco,... despuès de aquella noche de Jazz con Rigoberto en la Asociación Sandinista de trabajadores de la cultura. (Primeros párrafos)

Otto Aguilar
Berkeley - 10/2/2019

Foto: Pintura de Julio Larraz

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