Tuesday, January 13, 2009

Recovecos de mi humanidad

  Cuando desperté todavía semi sonámbulo, empecé a caminar dentro de una bóveda formada de un intrincado tejido de hilos cual ramajes finos de árboles que velozmente iban iluminándose, quedando algunas zonas en oscuridad, como en una vasta llanura del paisaje cuando el sol en una tarde gris pinta brochazos dorados.  Maravillado seguí avanzando dentro de la bóveda de mi cerebro, bajo ese acucioso chisporroteo del circuito neuronal a través del cual fugaz fluía mi existencia.  A pesar de tanta actividad pude constatar que la bóveda permanecía en penumbra y, mientras avanzaba temeroso en dicho sector tropezaba con cadáveres que me obstaculizaban el paso. A cierta distancia divisé a mi abuela Margarita, que iluminada bajo un potente reflector, sentada leía una carta.

  Continuaron apareciendo otras personas iluminadas bajo reflectores, que indiferentes a mi presencia seguían actuando en su propio mundo. Las escenas cambiaban velozmente, sin coherencia alguna se iban iluminando unas mientras se oscurecían las otras, a veces tan simultáneamente que me frustraba perderme de verlas todas a la vez.

  Un ensordecedor y monótono sonido de trombón me sacó de mi turbación, era mi corazón que bombeaba arrítmicamente, cansado ya de tanta alta presión circulatoria en sus válvulas, a causa de placeres en exceso, de angustias, tristezas, traiciones, rencores y soledades. Por una compuerta entraba un líquido púrpura más oscuro y por la otra salía uno de color más claro. El intercambio del vital liquido, que luego se irrigaba a los últimos recovecos de mi anatomía, era el culpable de tenerme pululando en este mundo ya por casi medio siglo, destilando placer y dolor gota a gota.

  Al alejarme del corazón, nostálgico por viejos sentimientos, fuí a dar a un gran almacén  donde se procesaba todo tipo de alimentos, los cuales eran separados, clasificados y distribuidos a diferentes áreas; el olor en ese sector me asqueaba a tal grado que salí corriendo.

  Corriendo y buscando mejores recovecos de mi humanidad, deslicé por unos acueductos donde todo comenzó a estremecerse como en violentos espasmos. Navegué en un inmenso río cuyas peligrosas aguas desbordaban su cauce. Las emanaciones de aquel lechoso y viscoso líquido me envolvieron en los recuerdos de mis delirios sexuales, provocando vèrtigos que tornaban mis ojos extasiados, en blanco. El éxtasis acabó rápidamente cuando de sopetón, como tratándose de cualquier  intruso, fuí catapultado entre gemidos al vacío, otro yo había nacido.

Otto Aguilar
Berkeley, 7 de feb. del 2004


No comments: