Wednesday, August 16, 2017

En los corredores del Castillo de Sant'Angelo.



   



   En esos corredores mohosos, de  gruesas y altas paredes encopetadas con aleros donde anidaban palomas, se escuchaban sollozos, sonidos metálicos de cadenas arrastrándose, gritos e imploraciones cual ecos caracoleando en la oscuridad. El gorjeo de palomas eran murmuraciones de escandalosos secretos, crímenes, sollozos, gritos, historia cruel de almas en pena anidando y levitando en corredores y en los aleros. Esos  pasillos dantescos eran  habitados por sus holográficos espectros entre los cuales se entablaban discuciones, trifulcas repitièndose una y otra vez, en ese castillo de Sant'Angelo. Ese castillo convertido en calabozos de torturas de la Santa Inquisición y refugio de Papas cuando peligraban, como en el saqueo a Roma, fue construido como mausoleo para el emperador Adriano, emperador amo y amante de Antinoo, su sensual efebo suicida.  

  A veces los gritos espantosos que se escuchan en los corredores escapaban de La doncella de hierro, un sarcófago con rostro de mujer que al cerrarse penetraba los largos clavos en la víctima allí alojada.  Entre ese tumulto de espectros los cuales habían permanecido varios años en cautiverio y torturas, pululaban evitándose: Marozia, anciana nonagenaria madre, amante, abuela de pontifices y un monje hereje iluminado por llamas de la hoguera inquisitorial, el cual iba y venía de otros rincones del cosmos repitiendo su herètica filosofía, de que el universo era un calidoscopio de mundos con sus propios habitantes iguales o diferentes a los de la Tierra. Tambièn entre esos espectros levitaban algunos famosos artistas acusados de cometer el pecado nefando.  A veces las murmuraciones de secretos se escuchaban como ecos de letanias en convento de monjas lesbianas y de monjes pedófilos repitièndolas con golpes en el pecho de Mea culpa o con latigazos en espaldas ensangrentadas.

  Un viejo pintor artrítico vestido muy s. XXI, pululaba en el corredor en búsqueda de seis modelos para su irrealizable obra maestra. Por ese corredor de almas en pena el pintor andaba trastabillando con ojos casi nublados de cataratas. Esforzando la pupila escudriñaba a un lado y a otro como buscando los susurros de demonios bromistas. Esas almas en pena, viejos reos del castillo escondidos en el corredor o en los aleros, de súbito le aparecian al pintor por el umbral de la puerta de uno de los calabozos,  para inmediatamente desaparecer en el largo corredor.  Los espectros aparecían ante su nublada visión, como si èl mismo los bosquejara con tiza blanca sobre las paredes oscuras. De pronto atisbó iluminado por muchas candelas, la hierática figura de un pontífice el cual bamboleaba su cabeza hacia adelante y hacia atrás, el rostro mofletudo y libidinoso mostraba los ojos en blanco èxtasis, la testa iba coronada con una mitra de siete cuernos, a su lado en posición cuadrúpeda cual fiel mastín le acompañaba el efebo que dormía con èl y saciaba su lujuria sadomasoquista. Este efebo sensual y de sólidos muslos, parecía escapado de una de las pinturas del sublime artista pendenciero del Barroco, Caravaggio, del cual era además de modelo, asistente, amante y aprendiz. Caravaggio,  colecionado por cardenales y papas, excelso artista, acusado de asesinato, había ido a parar a los calabozos del castillo de Sant’Angelo, del cual inexplicablemente logró escapar. El gigolo de 17 años que acompañaba al pontífice, había sido recogido de la calle y años despuès nombrado cardenal, el cual fue pintado por El Tiziano; ese cardenal, uno de los más jóvenes en la historia putativa cardenalicia del Vaticano, tambièn pasaría algún tiempo en las ergástulas del castillo, acusado de asesinato.

  Desprendièndose del alero donde colgaban haciendo piruetas, dos imposibles siameses ángeles  sin alas, levitaban guiando al pontifice y su efebo. La aparición de los seis personajes se fue disfuminando, caracoleando en el tramado de tinta negra del corredor; èstos son los seis personajes de la obra maestra impía, el crimen perfecto que por siglos se repite cual holográfico y cruel palimsesto en los oscuros corredores del castillo de Sant’Angelo.

Otto Aguilar  - Berkeley - 17 de Agosto, 2017 

Imagen: dibujo lápiz grafito y prismacolor sobre papel


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