Friday, July 1, 2011

Carta a Daniel.

                                                                                                                
                                                                                                         
                                                                                               
Querido hermano:

  Daniel, hoy primero de Julio se cumplen 25 años de no vernos!,ya no conversamos, ya ni siquiera nos escribimos. Siempre para estas fechas releo tu carta que recibí en Moscú desde Managua, aquel septiembre de 1984 en la cual escribías:

“ Querido hermano, despuès que ya han transcurrido meses desde que te marchaste a la tierra de Lenin, aquí te recordamos siempre…  aquí todos te queremos. Fijate que se conmovió bastante Eduardo cuando nosotros te dejamos la maleta al lugar donde te reconcentraban y que pronto partirías para allá, lo mismo Jorge,  mi madre y yo. En la U.M. me llegaron a dejar por parte del batallón 5010, un certificado que dice asi:

"Ejercito Popular Sandinista
Batallon 5010 - Heroes y mártires de Nueva Guinea
Se reconoce la participación del cro. Otto Aguilar Rojas
por su labor vanguardia en la lucha contra las bandas contrarrevolucionarias."


… te felicito mi gran hermano por todo eso…”

  No sabès Daniel, cuanto me gustaría hablar con vos!, pues esa única carta tuya que guardo desde hace 25 años, me deja con mucha curiosidad de saber como estás ahora, como piensas, que ha cambiado en vos desde entonces el caprichoso destino, del cual somos simples marionetas paraplèjicas colgadas de esos hilos que nos halan en impredecibles derroteros. Te acordás cuando estando yo en mina Rosita con la cruzada de alfabetización lleguè hasta la base militar Luis Delgadillo de puerto Cabezas donde te encontrabas asignado?.   Esa noche conversamos tanto!, eran los inicios de una utopía de la cual los dos èramos cómplices, junto con toda la familia, una utopía que nos envolvía como nuevas verdes epidermis, una autopía envolvièndonos y ponièndonos a levitar como el humo de tu cigarrillo, que intermitente ponía pausas a aquel íntimo intercambio de experiencias y consejos. Los dos caminábamos sobre la misma cuerda floja y tensa de aquellos álgidos años de Guerra de los 80’s. Tu cigarrillo ponía pausa a la perorata de los dos, había tanto de que hablar!, había tanto entusiasmo y tanta incertidumbre en nuestra vidas entonces!. De esa conversación recuerdo que vos insistías en que tu timidez te hacía pasar difíciles momentos, cuando tenías que mostrar un carácter enèrgico como jefe en la unidad asignada, y yo conocièndote como eras, igual a mí de tímido, te aconsejaba que recordaras los momentos dificiles que pasamos juntos en la guerra de insurrección allá en las calles de nuestro barrio de las Amèricas y que a pesar de ello estábamos allí todavía vivos. Te decía que si habíamos pasado lo peor, que era enfrentarnos casi sin armas a la guardia, entonces podíamos ahora enfrentar esos momentos y otros más, como retos que nuestros destinos nos habían impuesto. Yo ingenuo eso pensaba, pensaba que lo peor había pasado, pues como intuir todo lo peor que nos deparaba los años por venir?.

   Pero el destino ahora de nuevo nos ha lanzado a cada uno por diferentes mundos, y ahora ya perdimos todo contacto, donde estarás mi hermano?, te he buscado, algunas personas me han dicho que te han visto en Nicaragua, pero nadie me da ninguna pista de vos. He tratado de buscar a tu última novia, dicen que ella tuvo un hijo tuyo, es cierto?, sería de mucha alegría para todos nosotros en especial para nuestra madre que siempre te recuerda y espera algun día volver a verte. Daniel, como es possible que ya pasaron 25 años? , y no sepamos que es de vos?

  Se que somos pasajeros en esta vida, pero es dificil aceptarlo, no?; todo lo va devorando el tiempo inevitablemente. Que fugaz fuè todo aquello Daniel!, que fugaces somos los seres humanos!, e ilusos sintièndonos eternos y poderosos, cuando ostentamos irrisorios y futiles cargos. Nos olvidamos de lo pasajero de cualquier poder, de cualquier riqueza, de lo fugaz de la existencia. Nos falta recordar, que cada uno de nosotros sólo somos un microsegundo, en el tiempo transcurrido desde el primer humano haciendo historia en nuestro planeta.

   Cuántas cosas nos pasaron a vos y a mí, en todo este tiempo, en un cuarto de siglo?. En esos 25 años la revolución Sandinista se murió. Tambièn el fèrreo y cruel socialismo ruso sucumbió, a escasos cuatro años despuès de mi salida de Moscú; y con ese desplome se vinieron abajo muchos muros que dividían, separaban a muchos seres queridos, como el muro de Berlín. Hoy podemos acceder a la desclasificación de la información de los crímenes cometidos por esas utopías. Todavía me resulta pasmoso el haber estado en esa tierra rusa y, en esos días haber sido ignorante de todos esas víctimas del stalinismo. Sólo al haber caído yo tambièn al nivel del proscrito, del expulsado, del lacra para cualquier oficialismo, me dí cuenta de la falsedad de todo aquel idilio tanto en Rusia como en nuestro sufrido país Nicaragua. Pero haber abierto los ojos allá en Moscú, me permitió tambièn abrir los ojos para lo que se llevaba a cabo en nuestro propio país Nicaragua, a ese engaño, a ese fingimiento de ideales que quedaron enterrados con los hèroes de antaño. Se que en este punto nosotros discrepamos, cuando nuestras conversaciones con el correr de los dificiles años 80s, se alejaron de aquella conversación que hermanablemente sostuvimos en Puerto Cabezas.

   Hoy, acumulados los años, veo y repaso una y otra vez, viejas fotos que congelaron esos momentos de nuestra fugaz existencia, de años de inocencia, de tímidos rostros, de juveniles ímpetus y ánsias de aventuras, lanzándonos a explorar y vivir el impredecible mundo, aún que con ello peligrara nuestra vida misma, en los precisos años en que comenzábamos a vivir. Releyendo viejas cartas relamidas por el tiempo, hojas de mis diarios y del tuyo que abandonaste conmigo, logro recordar momentos vividos que a veces me parecen producto de la imaginación, y me sumerjo en esos días preguntándome, como se fueron?, como es que estoy todavía aquí habiendo vivido todo eso?, por què no sucumbí como tantos?.

   Te confieso que a veces me sentía culpable de ser sobreviviente de esas difíciles pruebas, de los riesgos de mi aventurera e idealística juventud, pues ya ves cuantos jóvenes sucumbieron. Ellos se merecían más que yo, ellos deberían de estar hoy recordando como lo hago yo ahora, todos esos años de apasionada juventud, estar a la par de sus nietos y hablarles de aquellos tiempos que ahora parecen míticos o puro cuento de borracho. Ellos más que nadie se merecían a pesar de los desengaños, gozar del placer de hollar con sus cansados pies de viejos, este bello planeta y respirar el olor del salitre en una costa lejana, de cualquier país, quizás lejos del que les vió nacer.

   Pero la vida impredecible que nos llevó  por derroteros insospechados, está aquí sin más remedio que vivirla, sabiendo que otros que estuvieron a nuestro lado no nos acompañan más en este incansable y peripatètico girar del mundo. Nuestra fugaz existencia es devorada por microsegundos, quizás esos seres imperturbables y devorados ya por el tiempo, a nuestro lado deambulan, en esa otra dimensión paralela, en la cual un día tambièn nosotros imperturbables devorados por el tiempo, les acompañaremos. Quienes te acompañan ahora Daniel, allí donde andás?. Donde estès, siempre te recuerdo hermano mío.

Abrazos y besos de nuestra madre y tus hermanos.
 

Tu hermano que no te olvida
Otto 
Berkeley, 7/1/2011

Foto de mi hermano Daniel Aguilar caído en 1986, tomada por Arturo Chow.

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