Tuesday, June 15, 2010

BU(R)LAS Y CELIBATOS ENSALIVADOS.


Aquellos monaguillos demasiados precoces, cayeron sobre el chavalo del bonete de cabeza de pescado, arrastrándolo hasta debajo de una gran mesa de la sacristía, y en la penumbra, escondidos por el largo mantel, desenfrenaron sus púberes libidos. A Farnesio, el del bonete cabeza de pescado más rigioso, le correspondió el primer turno de entregarse a los otros, y como le encantaba subirse las enaguas púrpuras, ni corto ni perezoso, encantado se las subió. Mientras el otro, León X, con los ojos en blanco y babeándose, se refocilaba en las posaderas de Farnesio, Bonifacio,  atragantándose de vino con boquitas de hostia, esperaba bobalicón y ansioso, apurando al otro para que le cediera su turno en aquel lujurioso sacro juego.

Despuès de tremendo desenfreno, despuès de que cabalgaron el uno al otro, turnándose hasta la saciedad, los tres quedaron exhaustos, jadeantes, sudados y hechos una solemne cochinada!; el atuendo de Farnesio ya era de color marrón con manchas blancas y cafè, y su mitra cabeza de pescado,todo abollado daba lástima!.

Los tres habían encontrado aquel juego tan delicioso, que le cogieron tal rigio, y juraron que seguirían jugándolo el resto de sus días con la fruición de la pubertad, cuando descubre el árbol del bien y del mal... a pesar de que en el catecismo les habían arengado de que sólo los buenos y castos se iban al cielo; pero Farnesio, León X y Bonifacio, preferían en lugar de irse al aburrido cielo de las abuelas, irse debajo de la mesa enmantelada y en penumbra de la sacristía, a refocilarse en la gloria de sus sacros juegos sexuales, mientras se bebían el vino consagrado con boquitas de ostias.

Ya adultos, habiendo practicado suficiente debajo de la mesa, este trío de vicarios en ciernes, jugarían a diáconos, a cardenales y a "papas" en el palacio de Pedro el pescador. Fue así que Farnesio, despuès de fornicario precoz, optó rigiosamente en su turno de "santísimo papa", por levantarle las enaguas a cuanta fèmina se le pusiese enfrente, en los corredores y alcobas del palacio de Pedro, donde se "paseaba como Pedro en su casa". Celoso de que otros se le fueran arriba en sus rigiosos desahogos, promulgó su edicto del "celibato-salibazo" que ordenaba que ningún varón de su grey, levantaría más enaguas a ninguna fèmina, despuès de èl. El edicto en lugar de refrenar la lujuria de su ganado, promovería las orgías más solapadas y por ello más lujuriosas de aquel sacro palacio, desatándose desde entonces en ese sagrado recinto y sus sucursales, un gusto y un culto por el sexo púber; tanto así, que uno de esos compinches cardenales, al ser eregido papa, inmediatamente nombraría cardenal a su amante de 13 años de edad, que había recogido en la calle.

Otros edictos, junto con otras millonarias y sagradas bu(r)las papales, les fueron inspiradas a estos eminencias, por el espíritu santo, que en forma de paloma blanca bajaba y se posaba en sus calvas testas, y ahí los cagaban, igual que las palomas de las plazas se cagan al posarse en las cabezas de los próceres o hèroes. Y así parece haber sucedido, con todos estos santos vicarios de Cristo: iluminados con la cuita que la paloma del espritu santo les cagaba en sus calvas testas. Esas bulas les fueron inspiradas según Jean Genet, cuando sentados en sus bacinicas de oro, sentían como esa materia caliente les bajaba por sus vísceras, inundando al evacuar con ese fètido acre olor de sus heces, la recámara pontificial, que ni el incienso más fino podía aplacar.

El otro León X, aprendió en sus malabares, a sacarle el real a cualquiera de los que asaban en la hoguera acusados de herejes, a cualquier mentecato que les besaba devotamente el anillo de la mano, o a cualquier beata rica, rica de cama y de jollas; incluso según cuenta uno de sus cardenales, que una vez en medio de tremenda borrachera, con vino consagrado y opíparas viandas de boccato di cardinale, ahogándose a carcajadas en su gula, le confesó que: "buen negocio les había resultado ese cuento del crucificado".

En cuanto a Bonifacio, como fuè tan bueno y tan santo!, como suelen ser los vicarios del palacio sagrado,  para su grey, dicen que el Dante para eternizarlo, le organizó tremenda recepción en el el octavo anillo del "Infierno"; ahí lo zampó patas arriba en un túnel, donde cada uno de esos papas al morir, iban refundiendo al que le antecedía.

Así acabaron todos estos Vicarios de cristo, refundièndose el uno al otro hasta en el mismo infierno del Dante!.

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