Thursday, May 1, 2008

Aborto de ángeles.

"Somos el sueño abortado de un demiurgo
menor"

Severo Sarduy


"El desterrado es ese tipo de persona que ha
perdido a su amante y busca en cada rostro
nuevo el rostro querido y, siempre autoenga-
ñándose, piensa que lo ha encontrado."
Reynaldo Arenas


… y en esa cavilaciones iba, cuando escuché a una mujer de mediana edad que caminaba delante de mí, hablando con su fantasma acompañante, al cual le decía: -adonde quiere mi señor que le lleve? …le puedo mostrar la ciudad?…le llevaré a la estación de Powell…allí hay mucha gente y podemos encontrar de todo…qué quiere?…éxtasis ? …o polvo de ángel ? ... para sentirnos como los mismos ángeles…como aquel ángel que tentara a nuestro señor, se acuerda?…porque usted muy bien sabe que los ángeles tienen un rico y celestial sexo …y que de tanta cogedera celestial, han tenido que someterse a múltiples abortos, con tan buena suerte para nosotros, que los fetos celestiales no morimos sino que venimos a caer hasta aquí mismísimo donde me ve usted…por eso dicen por allí, que fuimos hechos a imagen y semejanza de ellos. Entonces quiere que le lleve a la estación de la Powell?… sólo que allí hace frío en el alma…pero si mi señor quiere, yo lo llevo a mi apartamento aquí en la calle Post y allí quitaré el frío de su alma y de su cuerpo, como la Magdalena se lo quitó una vez, se acuerda?…entonces, adonde quiere mi señor que lo lleve?.
Espantado de todos estos abortos de ángeles, salí casi corriendo enrumbándome a la calle Castro a calmar la angustia con unas cervezas. La calle Castro es una pasarela donde la fauna "gay-goyesca", de la "loca desenfadada" de la ciudad de San Francisco alterna el desfile diaro, con viriles y bellos efebos cual maniquíes provocadoramente ataviados, que exhiben a través del pantalón bien ceñido, abultados falos incitando a la lujuria. El mirarse de soslayo con cierta displicencia uno a otro, para no mostrar demasiado interés o por el contrario mostrar sus atributos con guiños de ojos para cazar a la posible presa, es parte del glamour que van desplegando estos maniquíes esculpidos en gimnasios e inflados con esteroides. Como otra cara de la moneda de estos sensuales maniquíes, también la pasarela de la calle Castro exhibe como crueles caricaturas, a espectros vivientes que la peste del siglo ha multiplicado por doquier, y unos más evidentes que otros, muestran el despojo cruel de un pasado de placer.
El deterioro y lo efímero de las ideologías políticas, también tiene a sus modelos en la calle Castro, donde unos de estos días me topé con uno de esos oportunistas que sacaron ventajas de la revolución nicaragüense; vestía ajustadísimos pantalones de cuero color negro que dejaban pronunciar su falso abultado sexo, un abierto chaquetín también de cuero negro mostrando sus caídos pezones de los que colgaban sendos aretes, calzaba altas botas de color negro cuidadosamente bruñidas, listas para el lenguetazo del lame bota que le acompañaba. Su abotagado rostro sin pizca de arrepentimiento, delataba al perfecto megalómano, que acostumbrado a la veneración del fanatismo popular, acaban siendo perversos esperpentos, víctimas de su propia vanidad,…pareciera que la psicosis, producto de su pasada actividad militar, le había convertido en un perfecto sadomasoquista, practicante del sexo rudo. Este esperpento otrora símbolo del machismo pseudo revolucionario, se hacía acompañar de una "loca" a la cual probablemente había sacado del armario de su abuela con todo y peluca, corsé y crinolina. A pesar de la libra de maquillaje que enmascaraba su rostro, pude reconocer en él también, a uno de los lame botas con los que solía rodearse este personaje. Quien lo iba a pensar! que estos vividores de la revolución, eran aquellos mismos, que horrorizados de ser descubiertos en sus "pecados nefandos" y por ello desplazados de los privilegios que la elite a la cual pertenecían les otorgaba, eran los mismos que despotricaban recalcitrantemente y purgaban de sus filas a aquellos que bajo sus mandos, ponían en evidencia sus mismas prohibidas inclinaciones; ni mas ni menos como aquellos otro vividores de la revolución cristiana, que desde sus púlpitos sagrados de iglesia, condenan el pecado nefando, depuès de que en la sacristía ellos mismos habían manoseado al candoroso monaguillo que les ayudaba a poner sus sagradas vestiduras. Así, el encanto de vanidosos efebos en su fresca y saludable "juventud divino tesoro", coqueteaba en un vil contraste con el desencanto de aquellos marchitos seres donde la pandemia había arrebatado sin compasión alguna, todo goce carnal! … esta era la calle Castro con su decadente pasarela de inicios del siglo veintiuno!.
Otto Aguilar( Del relato inèdito: Aborto de angeles).

1 comment:

John smith said...

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