Friday, May 15, 2020

Desde mi Ventana con Donoso, Gabriel y Mauricio.


  Junto a la ventana desde la que diviso a lo lejos esa montaña de Berkeley que me lleva al recuerdo de la montaña brumosa de Jalapa en Nicaragua, leo El obsceno pájaro de la noche, del escritor Josè Donoso. En una entrevista, el autor admite que el proceso de escribir esta novela fue tormentoso, ya que le acrecentaba el dolor de la úlcera que padecía, lo cual le lleva a abandonar su escritura por cierto tiempo. En la contraportada del libro se lee: “El obsceno pájaro de la noche es una hazaña de la imaginación creadora devorándose a si misma: los extremos de la experiencia doliente, la sordidez física y moral, la fealdad, la miseria y la decrepitud…” A la vez que leo a Donoso, he estado revisando mis gavetas, mis baúles, votando o dejando aquello que dejó cicatrices, marcas que modelaron lo que hoy soy. Es algo similar como a preparar una maleta de lo que hay que llevarse cuando emigrás de tu país de origen; es el proceso de alivianar el peso, tanto para mi como para los que tengan que encargarse de ellos, de mis notas, de mis viejos dibujos guradados sin en marcar, etc, etc, en caso me convierta en una cifra más de la mortal pandemia. Entre esos viejos papeles, diplomas, reconocimientos, tarjetas de amigos o familiars ya fallecidos, cartas de seres queridos y de amantes que prometían el cielo y la tierra terminando tal idilio en un infierno, papeles y fotos que han sobrevivido a desencantos, a la muerte, y a migraciones, hay unos que me provocan sorpresas al releer despuès de muchos años sobre hechos y detalles desvanecidos en mi borrosa memoria. Se trata de cuatros pequeñas páginas del borrador de un viejo informe que milagrosamente he conservado desde esos terribles años 80's de guerra civil en Nicaragua. Se trata de un reporte al jefe del batallón en que estaba, sobre los combates acaecidos en el mes de mayo de 1983 en las montañas de Jalapa. El reporte escribi: "... la fuerza del enemigo era superior y no teníamos parque pues solo había llegado a la Cuarta compañía que estaba atrás de las escuadras que estábamos en el borde delantero frente al enemigo... Gabriel y Mauricio Mayorga perecen,... Esto fue en las horas de la mañana, como entre 8 a 10 am., cuando el enemigo hace replegar la escuadra de Estrella quedando Gabriel herido sin poder rescatarsele."

Heme entonces releyendo y preguntándome sobre más detalles de lo sucedido; el escrito que me lleva a los laberintos mohosos del recuerdo con olor a tierra mojada y a los pinos de Jalapa con efluvios de muerte. En esos laberintos siempre hay ecos de gritos, voces que a veces en medio de la noche susurran y me despiertan, escucho a Gabriel gritar, quejarse, ha quedado herido quizás a la par del cadáver de Mauricio, ambos pertenecían a la primera escuadra que estaban delante de mi escuadra cuando esa mañana nos cayeronlos "azules" desalojándonos de nuevo de ese filo de la loma en Makarali. Casi cuatro dècadas han transcurrido despuès de ese enfrentamiento, Gabriel posiblemente muere producto de las balas de la contra o nuestras cuando tratábamos de mantener nuestra posición y a la vez intentábamos rescatarle del fuego cruzado. Es inevitable sentirse culpable por no haber podido rescatarle, es inevitable sentir aun pasado tanto tiempo dolor por una muerte que pudo evitarse, no sólo la de ellos sino de miles de jóvenes de un lado y del otro que creyeron en sus líderes de ambos lados, los cuales sobrevivieron y se acomodaron al poder donde muchos de ellos se enriquecieron. Inevitable sentir rabia e impotencia porque estas escenas se repiten periódicamente en Nicaragua donde los cabecillas de turno se entronan en el poder sobre esas montaña de cadáveres, cadáveres que tienen nombres, rostros, familiares y amigos que les recuerdan como hoy les estoy recordando, a pesar de que sus rostros ya se han desvanecido en mi decrepita memoria.

Si “los extremos de la experiencia doliente” sobre lo que escribía en El obsceno pajaro de la noche, a Donoso le provocaban terribles dolores de ulcera, a mi tales recuerdos tristes como este de mi viejo parte militar, aun humedecen mis ojos, mientras a lo lejos contemplo esas grises montañas que me llevan al recuerdo de las brumososas montañas de Jalapa, donde la muerte tatuó mi piel y saturó mi escepticismo de cualquier ideal.

Otto Aguilar – Berkeley 15/5/2020

Foto Desde mi Ventana con Donoso, Gabriel y Mauricio.

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