"Porque el hombre no es más que una máquina de
recordar y de olvidar que camina hacia la muerte."
Julio Ramón Ribeyro
Julio Ramón Ribeyro
Amanece y tus párpados como cortinas de un viejo teatro
se han abierto perezosamente. Rayos de
sol filtrándose a través de celosías, pintan franjas doradas sobre viejas y
altas paredes de tu aposento. En las
paredes cuelgan dos queridos seres de papel, tu abuela y tu hermano muertos en
diferentes épocas hace muchos años. Los
dos han muerto a causa de males endémicos de tu país, Nicaragua: la abuela, igual que otras miles de personas, muerta a
causa de un terremoto, y tu hermano, muerto también como otros miles de jóvenes,
a causa de las dictaduras y guerras que cíclicamente han asolado a tu país. De
vez en cuando las miradas perdidas de esos queridos seres, tropiezan con tu
mirada inquisitiva, cuántas preguntas
sin contestar habían!, en esos amaneceres donde probablemente por las noches
ellos te visitaron en sueños, dejándote agridulce sensación del cariño que te
suscitaban; sentimientos que permanecen
guardados en algún recoveco de tus más preciadas memorias. En esos archivos subyacen sus sonrisas y los
momentos compartidos, junto tambièn a tu llanto cuando les contemplabas por
última vez, ya serios, rígidos y fríos, con sus párpados cerrados como cortinas
corridas después del acto final de sus vidas.
Acumuladas ya dècadas desde sus partidas, ahora les miras ya sin aquel
dolor por la ausencia de los primeros años.
Después de tantos años colgados en la pared de tu cuarto, ellos son para
vos dos seres habitando sólo en tus memorias archivadas. Esos seres colgados en la pared, te hacen
recordar que igual que ellos, al final vos te convertirás también en otro ser
de papel, colgado en alguna pared.
Los recuerdos que
de esos seres guardas son como piezas dispersas de un rompecabeza, donde al
querer armarlos te das cuenta de que hacen falta muchas piezas. Si los recuerdos de los familiares ya
desaparecidos se van desvaneciendo en tu memoria, que puede esperarse de los
recuerdos sobre los viejos amores?, o peor aún sobre aquellas personas con las
que circunstancialmente te tocó actuar y sucumbieron en esas guerras cíclicas y
devastadoras de la historia de tu país?. Lo mismo suele pasarnos con los
lugares, más aún cuando èstos ya han sido remodelados o ya no existen por haber
sido destruidos en desastres como terremotos o guerras. Quedan perennes en la
memoria aquellas viejas casas que acumularon historias, momentos de felicidad
de niños, de chillidos, carcajadas de la prole numerosa correteando en los
largos corredores de casas de abuelos, o jugando al "ser escondido"
en los patios bajo la sombra de altos árboles de mamón, guayabo, y otros. Aquellas viejas casas también guardaban dramas,
tragedias, velorios, llantos, quejidos, murmullos, recriminaciones, rezos,
letanías de abuelas. Esas viejas casas
de altas paredes de taquezal, encopetadas con tejas de barro en cuyos aleros el
gorjeo de palomas despertaba al nuevo día, junto a cláxons de buses anunciando
la salida a los pueblos, seguido del pregonar cantarino de una marchanta
ofreciendo desde el zaguán de la casa su pesada canasta llena de vegetales y
frutas, que sostenía con asombroso equilibrio sobre erguida cabeza de cabello
negro y lacio, recogido en un moño y adornado con un ramito de olorosas flores
de jazmín. - A ver amor, doñitaaá me va a querer? - gritaba con habilidad de
soprano criolla la marchanta - aquí llevo aguacate, piña, zapote,... que vas a
querer amor?. También se escuchaban en aquellas mañanas, las estridentes voces
magnetofónicas de la barata rodando desde temprano por las calles, anunciando
cualquier producto de incipiente consumo de aquellos años de 1970's, en el
barrio Boer de la vieja Managua; barrio borrado de un plumazo en unos pocos
minutos junto a tu abuela y otras más de diez mil personas, mientras dormían en
esa fatídica noche de finales del año de 1972.
Cuando estás de
visita en Nicaragua donde lo único permanente son los temblores, los
terremotos, las dictaduras y las guerras, como afirma el escritor Fernando
Vallejo, sueles acudir a los cementerios donde yacen los restos de tus dos sres
queridos. En el cementerio general del viejo centro de Managua yace tu abuela,
cuya tumba ya no logras localizar, han enterrado a tanta gente desde los
lejanos días de su entierro!, que es ardua e infructuosa tarea encontrar su
tumba. Luego frustrado de no encontrar
su tumba, te diriges hacia el sector donde fue el barrio Boer donde naciste, en
la casa que al desplomarse enterró viva a tu abuela Margarita, barrio del cual
quedan aún las viejas calles. En el
terreno donde estaba la casa encopetada con tejas de barro y, el zaguán donde
se asomaba la marchanta pregonando cantarina sus productos en venta, hoy se
encuentra una residencia lujosa bordeada de un muro cuyo portón está equipado
con cámaras de vigilancia. Nuevos dueños usurpando terrenos abandonados de
casas como la de la abuela que colapsaron en el terremoto, construyeron décadas
después nuevas casas albergando nuevas
rutinas, ajenas completamente a los goces y dramas vividos en el pasado en esos
mismos espacios.
En tu recorrido
por ese barrio de tu niñez pasaste por el viejo estadio, frente al cual hoy se
encuentra el monumento a Sandino, el héroe nacional antiimperialista montado en
su mula; esta escultura está encaramada en el mismo nicho donde antes de 1979
estaba la escultura ecuestre del General Anastasio Somoza, fundador de la
primera dinastía de dictadores en Nicaragua. Al ver el cambio de monumento te
preguntaste - ¿A quièn encaramarán en ese mismo viejo nicho, después de que
cambie el actual gobierno Sandinista?. A
la vez pensabas de que quizás ese monumento del hèroe General Sandino frente al
viejo estadio nacional, se salvaría de ser removido, aunque cambiase el actual
règimen, ya que èste en la práctica no tenía nada que ver con el general
antiimperialista montado en su mula. La nueva dictadura autollamada socialista-cristiana
ordenó masacrar a más de quinientas personas, la mayoría jóvenes que
protestaban contra el règimen en Abril del presente año, casi un mes antes de
que terminara tu visita a esos recovecos de tu pasado. Algunos de estos jóvenes
masacrados, ahora reposan en el mismo cementerio Perifèrico en Managua, donde
desde hace más de tres dècadas yace bajo desteñida tumba de cristo coto, tu hermano,
tambièn muerto a causa de las guerras.
De regreso,
caminando por la vieja calle 11 de Julio en rumbo al antiguo cementerio de San
Pedro, pasaste de nuevo por la calle 7ma Avenida, la calle de la casa donde
naciste, y entonces creiste escuchar los mismso cláxons de buses del viejo
barrio Boer, anunciando la salida a los pueblos, a la vez te pareció escuchar
la voz cantarina de la marchanta, equilibrando en su cabeza la pesada canasta
de vegetales y frutas, pregonando – A ver amoooor que vas a querer?, mientras
se alejaba por las viejas calles de tu niñez, sin rumbo alguno.
Otto Aguilar
Berkeley - 20 de Nov. de 2018