Sunday, March 31, 2019

Desde la ventana.


“Yo soy un fanático de las ventanas, creo que es uno de los inventos mas grandes que ha hecho el hombre… que vivan las ventanas.” Eliseo Alberto.

  La lluvia, azotando el follaje contra la ventana de mi cuarto, y el paisaje de tinta nocturnal penetrando a travès de esa ventana de mi memoria, me traen olores a tierra mojada, recuerdos de madrugadas parapetado en el pozo de tirador, mojado hasta los tuètanos, acostumbrado al olor del uniforme militar sucio, sin lavarse durante días, acostumbrado al aliento hediondo, a las uñas sucias, al hambre mordiendo mis vísceras, con la incertidumbre de la emboscada mortal y, con la mente divagando sonámbula en otro lugar: en el ansiado retorno, vivo y no en un ataúd a Managua.
  
  Había en realidad sucedido aquello? - si!, aquello sucedió, - me respondo a mi mismo,  mientras contemplo mi desvaneciente rostro reflejado en el vidrio de la ventana.
  
  En Diciembre de 1981, me encontraba entrenando en una escuela militar en Managua; estando allí fui asignado para viajar a Cuba representando a Nicaragua en un encuentro internacional de jóvenes pintores.  Aún me aguardaba el inevitable tiempo del desencanto de las utopías, pero en ese entonces al llegar a Cuba yo ignoraba que el suelo que pisaba estaba plagado de pisadas de cubanos reprimidos ya no por el dictador Batista, sino reprimidos por el nuevo règimen revolucionario. Hoy ronda en mi mente ese sentimiento tardío e inútil de la verguenza, esa verguenza por la ignorancia que me hizo hacer el ridículo, como joven iluso e ingenuo ante los delegados cubanos, los cuales a pesar del desengaño de ellos mismos con la revolución cubana, callaban y actuaban impotentes algunos, cínicos  otros, aprovechando quizá esos breves momentos que tales eventos internacionales les brindaban en lugares exclusivos, destinados sólo para turistas o para la elite.
  
  Distante quedaron esos días de ignorancia sobre la represión, las ejecuciones de disidentes, y del èxodo cubano, distante ya esos días de Moscú donde supe de horrendos crímenes de la revolución rusa e igualmente lejanos quedaron los días del desencanto en la revolución sandinista. Atrás quedaban esos álgidos años de guerra y de la acostumbrada muerte cotidiana en mi país, Nicaragua.
  
  Contemplando de vez en cuando el paisaje oscuro y húmedo que penetra en la ventana, me refugio indolente en la lectura del libro “Informe contra mi mismo”, del escritor cubano Eliseo Alberto, el cual dice:
 
  "… perseguidos por la policía más buena gente del mundo y protegidos, además, bajo el ala esplèndida del líder político más corajudo del mundo, los cubanos aprendimos a vivir con un pánico diferente a todos los sustos hasta entonces conocidos, un terror casi valiente, habilidoso, un miedo que me da miedo precisar, y esa experiencia, curiosamente nos hizo los más cobardes del mundo... Aprendimos a decir que si mientras pensábamos que no. Aprendimos a fingir con audacia, a dar con precisión el paso al frente, a disimular con sangre fría, ... aprendimos en fin a dudar de nuestra propia sombra, hasta el punto de que ahora mismo, cuando leo ante ustedes mis notas, pienso quien de los presentes escribirá esta noche el informe de mi suicidio político, quien esta grabando en su mente mis amargas verdades, quien va a clavarme un puñal sin piedad y, lo que es peor sin rencor, sólo en cumplimiento de su más elemental deber como revolucionario... Las revoluciones no pueden ni deben ser eternas porque acaban acorralándose en sus rediles, enemigas de las mismas criaturas que ayer les dio la razón y que hoy terminan por negárselas: sus hijos. O los hijos de sus hijos. O sus hijos. Me duelen mis palabras."

  Afuera, tras la ventana azotada por la lluvia que satura mi memoria, los espectros de rostros conocidos me observan con ojos bien abiertos, igual de abiertos como en el instante  de sus muertes en la emboscada; sus miradas penetran en la mía preguntando ¿Què fue de aquellas utopías?.  Musitando una dialèctica respuesta, el torozón en la garganta me impuso silencio.

Otto Aguilar
8 de Enero de 2017

Sunday, March 3, 2019

Atando cabos sueltos entre los mataderos de la historia, que terminan en Reality shows.


  A propósito del secretismo en cuanto a lo que se "cocina" en la negociación o el dizque diálogo de la Alianza cívica con la dictadura Ortega-Murillo en Nicaragua, (lo cual no es más que un "tragicómico reality show" sin transmisión pública), es evidente que despuès de tres días de "show", lo que ha suscitado es más repudio que confianza. La lider campesina anticanal metió el dedo en la llaga el día de ayer, al criticar y rechazar al delegado campesino recientemente incluido en el diálogo, demandando a la vez que sean liberados todos los “rehenes” políticos, insistiendo que los líderes campesinos como Medardo y otros son los que deberían ser delegados en el diálogo; tambièn universitarios de la UCA que protestaron a portón cerrado en la universidad para evitar ser apresados, critican la falta de representatividad en la Alianza, ante la ausencia de delegados de madres de víctimas, etc, etc.
 
  El secretismo, lo cual asocio a “compartimentación”, es lo que en tiempos de guerra aplican los líderes o jefes militares cuando se dirige una acción política o militar en nombre del pueblo, de la cual solo los jefes saben todas sus implicaciones, mientras los que son enviados a cumplir la misión solo deben saber que hacer y como cumplirla, en nombre de la Patria, claro.

  En la película The Post, Dan (Daniel Ellsberg, el hombre de los papeles del Pentágono) dice "Sabían que no podíamos ganar y enviaron a los soldados a la muerte" . "Nos engañaron."

  En períodos de mortales combates en la guerra de los años 80’s en Nicaragua, cuando la muerte ya había clavado sus huesudos dedos en centenares de jóvenes soldados enviados a la guerra bajo la ley del servicio militar obligatorio (aprobada sin consulta del pueblo) y provocaba temor aún en los más corajudos combatientes, el jefe del batallón reunía a los jefes de compañías y pequeñas unidades para comunicarles la nueva misión, al escuchar lo riesgoso de ella, al jefe del pelotón de exploradores siempre le sudaban las manos y le ocasionaba un temblor en el abdomen, y no era para menos ya que en el batallón habían caído muchos. Al resto de soldados muchas veces se les comunicaba solo lo necesario de lo que tenían que cumplir, pero no todo lo que podía resultar de aquella peligrosa misión.

  Así fueron al matadero de la guerra miles de jóvenes llamados "Cachorros", compartimentadamente a morir” en nombre de La Patria, gritando – Dirección nacional ordene!, ordene!, ordene!

  Tambièn a los jóvenes hitlerianos les llamaban “cachorros”, y tambièn miles murieron en una guerra no deseada por muchos de ellos. El premio Nobel de literatura Gunter Grass, fue uno de esos jóvenes hitlerianos, en su libro Pelando la cebolla anota: "Mi critica se dirigía todo lo más contra los caciques locales del Partido, los llamados "faisanes dorados", que eludían cobardemente el servicio en el frente, nos aburrían después de desfilar ante tribunas, con discursos monótonos y utilizando siempre en vano el santo nombre del Fuhrer, en el que creíamos, no, en el que creí con indubitada seguridad hasta que, como la canción sabía de antemano, todo quedo hecho añicos." "Para disculpar al joven y, por tanto a mi, no se puede decir siquiera: ¡es que nos sedujeron!. No, nos dejamos, me deje seducir.

  Podríamos decir que al incicio de la revolución Sandinista, muchos "nos dejamos seducir", muchos "cachorros" al igual que Gunter Grass, tambièn fueron seducidos por los apoteósicos y aburridos discursos de los “lideres faisanes sandinistas” y, así fueron “voluntarios al matadero compartimentado”, sin imaginar que todo como dice Gunter , terminaría “hecho añicos”.

Otto Aguilar - Berkeley 3/3/2019
Dibujos de soldados – lápiz/papel – Jinotega 1986