Friday, July 25, 2014

El pulpo travesti.


  Al pasar cerca de la multitud que agitaba banderas y vociferaba consignas, el pulpo travesti cambió en un instante su atuendo y se mezcló e entre la multitud.  Esa habilidad mimètica era innata en este pulpo, pero con los años su destreza había menguado; esta vez su transformación no había sido tan instantánea y completa debido a su mofletudo rostro y a su abultado abdomen.  El maquillaje mal aplicado, lo convertían en un esperpento, en una caricatura mal esbozada. Residuos de maquillaje de anteriores transformaciones se podían ver en algunas partes de su rostro y cuerpo; su nueva piel lucía  como una pared, donde viejos anuncios, afiches comerciales eran semi cubiertos por los nuevos.

  El pulpo travesti, no era consciente de su decrèpita habilidad mimètica.  Sus colegas lo llevaron a un experto estilista y, con modernas tecnologías de maquillaje, tatuaron los nuevos íconos políticos, sobre los viejos tatuajes en la apergaminada piel del pulpo, a quien le habían encajado el apodo Patria.

  Cómodo en su nueva actuación, el pulpo travesti gozaba de popularidad en la Asamblea; viejo y cansado de tantas transformaciones, se sentía seguro sin necesidad de volver a cambiar su apariencia. Su voluminoso cuerpo se ensanchaba cada vez más igual que su feudo.

  Pero como nada es eterno y todo cambia, nuevas banderas se agitaron, nuevas consignas se escucharon y el escenario político volvió a cambiar como de costumbre. Apurado y angustiado, el pulpo intentó cambiar de nuevo su traje, acorde al nuevo cambio político. Perplejo ante el espejo, se percató que el maquillaje permanente de sus última actuación no desaparecía, delatándole así para su desgracia. Su popularidad cayó; pragmáticos le llamaban algunos, arribista le llamaban otros.   Infructuosamente buscó otros escenarios, contactó a viejos colegas, pero todos le cerraron las puertas.

  Viejo y abandonado por todos, el pulpo travesti llamado Patria terminó en un museo; allí se exhibía. Su piel parecía un palimsesto atiborrado, un calidoscopio de tatuajes desordenados; su apergaminada piel era como una pared descascarada, donde viejos  íconos, símbolos y consignas políticas traspuestas unas sobre otras, se confundían con anuncios comerciales de:  Se vende ... Se compra.... Se alquila.

Otto Aguilar
(Dibujo: lápiz, papel)
Berkeley 25/ julio/2014)

No comments: