Monday, May 5, 2014

La materia de los sueños.




  Aprisionada en posición fetal y bajo asfixiantes escombros, ella yacía. Bastaron unos segundos despuès del fatídico cataclismo, para que todo su pasado se proyectase en retroceso a la velocidad de la luz.

  Despuès de contemplar su holográfico pasado, hecho de la materia misma que están hechos los sueños, un chisporroteo de destellos lumínicos y enceguecedores la rodearon. Ella ya no experiementaba el agudo dolor que aguijoneaba su pecho unos segundos antes; entonces pudo contemplar su mismo rostro, surcado por las cicatrices del tiempo, su cabello cano, su frágil y anorèxico cuerpo, cual ángel etèreo que doblegado y sepultado yacía por escombros de lo que fuera su aposento.  Mientras indolente ella contemplaba ese su rostro familiar, que asomó tantas veces con discreta coqueteria juvenil en los espejos, escuchó de pronto unos gritos que le llamaban, intercalados de gemidos, llantos y plegarias que hacían estremecer a cualquier alma. Reconoció a dos de sus nietos, quienes atribulados llamándola la buscaban entre los escombros; ellos eran: el mayor y el otro el nieto artista tímido y ermitaño. Al verlos por última vez, intuyó sus destinos y, la verdad última de sus existencias, incluso supo del secreto que torturaba a su nieto artista.  Todo encajaba ahora en aquel rompecabeza que había sido su vida.  Fuè una visión fugaz y breve como un segundo, lo que dió las respuestas a tantas interrogantes; sólo que ella ya no era ella.

  Mientras se elevaba cada vez más, a la luz del alba, ella iba contenplando desde arriba el montón de escombros del resto de casas vecinas, y de lo que quedaba de su hogar en el barrio Boer de la vieja Managua; luego divisó la catedral, cuarteada y con el reloj del campanario detenido marcando las 12:30 am... y se elevó más y más, contemplando a lo lejos sólo una esfera luminiscente flotando en el oscuro espacio.

  De la oscuridad pasó a una luz intensa, donde otros mundos implosionaban, supernovas aparecían y desaparecían, dejando en su lugar huecos oscuros devoradores de mundos y, destellos de luz que atravesaban milenios llegando a pupilas telescópicas de futuro insospechado en el inconmensurable espacio. Otros seres etèreos pasaban raudos junto a ella, ella que ya no era ella; una música de galaxias distanciándose unas de otras, se escuchaba...  luego vino el eterno silencio.

Otto Aguilar

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