Saturday, October 29, 2011

CAVAFIS EN ATENAS. 1932 - Luis Antonio de Villena


Es una foto. Triste, si son tristes las fotos…

Sin los lentes, un hombre mayor mira con vaga tristeza.

No parece lustrosa la chaqueta ni la bufanda cualquiera

entorno al cuello. Todo es viejo y gastado,

como la foto misma. Probablemente el viejo

o avejentado señor sabe que va a morir, que está

tocado, y clama: ¡Ah de la vida! ¿Nadie me responde?

La esencia del pasado está en la pulcritud del silencio.

Y él es ya sólo pasado, irreal materia que está en cada

uno, en ninguno y en todos.Palpa el aire ático

y la mano de piel olivácea está vacía…

¡Polvo de Píndaro y Cirene, polvo de los Lágidas o Alejandro!

Sólo está pensando: volveré a casa. Diré a Dimitri

que traiga a sus amigos algunas noches

y veré (agradecido, llorando sin ser visto) esa misma

belleza esplendente que me consumió y adoro. La festejaré

callado. Un óbolo o treinta piastras. No diré: No queda

nada. Después no somos nada. Huimos como el polvo

de las arenas libias. Todo florece para un dios desconocido.

Soy nada, fui nada y nada seré. Todo y nada para nadie.

Sí, ¿para qué habré venido? He repetido esa pregunta…

Me consuela la belleza de Calímaco y de Míisco.

Me consuelan los muchachos de los antros de estío.

Me consolaron el deseo y la luz. Pero ahora sólo

hay polvo del desierto. Somos nada y nada queda…

Desolado, se alza ante mi la Santa Sabiduría

y los mosaicos y el oro que soñé de niño…

Galileos o sin galileos ¿cuál fue nuestra culpa,

ofendidos, manchados, execrados del Tiempo?


 

Madrid, 28-Octubre-2011.
Poema de Luis Antonio de Villena
Foto tomada de : CAVAFI A Biography by Robert Liddell

Thursday, September 1, 2011

Antes y ahora.


“el eterno reloj de arena de la existencia,
será vuelto de nuevo y con èl tú, polvo del polvo…”
“… el río siempre refluye sobre sí mismo, y
os embarcáis en el mismo río, vosotros, que
tambièn sois los mismos…”
Federico Nietzsche

   “Antes y ahora“, una paradoja que nos reta a sacar conclusiones dialècticas, excluyentes?, como síntesis de evoluciones o involuciones?. Cada crisis social amerita su solución en el juego de las contradicciones. Lo injusto provocará su contraparte y en esa lucha de contrarios, uno de los dos al final prevalecerá, cual?., lo justo?… “Antes y ahora“, parece ser el lema de una lógica evolución en cualquier desarrollo social, una supuesta superación a algo mejor o superior? … no siempre?, claro!,  eso depende del curso que tomó la solución de ese mal, pensará alguno… o dependenderá desde el ángulo o de la cúspide desde donde se contemple. Siempre habrá una visión microscópica y otra macroscópica, depende desde donde veamos el problema o las paradojas.

   Considerando que el tiempo es una ilusión… tan real que en mis más de medio siglo de vivir girando junto con el planeta y al ritmo de sus caóticos acontecimientos, concluiríamos que me han hecho ser una persona más optimista de lo que fuí antes, en mi aventurera y romántica juventud?, ilusorio verdad?… quizás acertado sería decir: ni optimista ni pesimista, entonces què? . Y que opinaría mi supuesto hermano gemelo (el cual parecería fisicamente quizás 20 años más joven que yo), al regresar ahora al planeta, quizás unos treinta o más años despuès de gravitar en algún lugar del infinito espacio y, desde su punto ahistórico flotando en alguna nave haber contemplado sin inmutarse, los acontecimientos que yo su hermano gemelo viví en mi convulsionado país Nicaragua, y en nuestro peripatètico planeta?. Cabría en su mente, la idea de optimismo o pesimismo en cuanto a un futuro?, o simplemente en cuanto a la historia apreciada desde lejos, como tal?. Asumir el ser optimista o pesimista, tendría que ser el resultado de haberse involucrado en un proceso, en algún acontecimiento de los que han convulsionado nuestro planeta. Quizás èl sería como el extranjero que llega por primera vez a una ciudad, cuyo promisorio pasado comunista ya  muerto, parecía imperecedero, inmutable. El, como turista, sin inmutarse contemplaría tanto la estatua de Lenin, eregida  en la ciudad cercana a Moscú, Noginsky, inmediatamente despuès del fallecimiento del “indiscutible” lider, que desde su pedestal señala a la ciudad un futuro esplendoroso, (depositado en las manos del fèrreo estalinismo ) y, caminando un poco más en el otro extremo del parque, este mismo turista se encontraría con otro monumento, el de la zarina Catalina II, amante de la artes y tambièn de los guapos mozos. Quizás nuestro turista haya leído un poco sobre la lucha contra el zarismo, quizás sepa de algunas interpretaciones tanto anticomunistas como comunistas de la historia soviètica y, a partir de allí haya sacado su propia conclusión. Pero en ese mismo espacio que el recorre ahora, sus pasos de curioso turista pisarán las huellas, los pasos del ayer, tanto de los soldados bolcheviques en la lucha contra el zarismo, así como las huellas de desterrados excomunistas o de disidentes perseguidos a muerte por el estalinismo.

   "Ahora", un joven en Nicaragua, concluiría que en la lucha política que los jóvenes actualmente llevan contra lo que consideran injusto en el gobierno que les desgobierna, hay que protestar luchando a pesar de las represiones y, claro no cabe al respecto la menor duda!, no cabe más que luchar para buscar la solución de esta injusticia, y esta paradoja trae consigo su solución, quizás… quizás como yo creí en mi romántica juventud. Pero esa injusticia social no es ni la primera ni será la última en la triste historia de la política criolla
nicaragüense, la cual claro, para alguien que la haya vivido y la haya recorrido sin ojos de cómodo turista, no tendrá del todo una visión optimista en la solución de la crisis, lo que no significa no estar de acuerdo en lo justo y necesario de tal lucha.

   A sabiendas que el “ahora” que creemos, comienza plagado de promesas, lleva en su vientre el “antes” contra el cual luchamos, el “Antes y el ahora” siempre será nuestra referencia, nuestra tabla de valores entre los cuales fluctuaremos, a la hora de las soluciones de tantas paradojas!, de tantas contradicciones en nuestro caótico e irreconciliable mundo!… sabiendo que siempre seremos inevitablemente el polvo del polvo en el reloj de arena de Nietzsche dando vueltas eternamente.

Otto Aguilar- 1/sept/-2011

Friday, July 1, 2011

Carta a Daniel.

                                                                                                                
                                                                                                         
                                                                                               
Querido hermano:

  Daniel, hoy primero de Julio se cumplen 25 años de no vernos!,ya no conversamos, ya ni siquiera nos escribimos. Siempre para estas fechas releo tu carta que recibí en Moscú desde Managua, aquel septiembre de 1984 en la cual escribías:

“ Querido hermano, despuès que ya han transcurrido meses desde que te marchaste a la tierra de Lenin, aquí te recordamos siempre…  aquí todos te queremos. Fijate que se conmovió bastante Eduardo cuando nosotros te dejamos la maleta al lugar donde te reconcentraban y que pronto partirías para allá, lo mismo Jorge,  mi madre y yo. En la U.M. me llegaron a dejar por parte del batallón 5010, un certificado que dice asi:

"Ejercito Popular Sandinista
Batallon 5010 - Heroes y mártires de Nueva Guinea
Se reconoce la participación del cro. Otto Aguilar Rojas
por su labor vanguardia en la lucha contra las bandas contrarrevolucionarias."


… te felicito mi gran hermano por todo eso…”

  No sabès Daniel, cuanto me gustaría hablar con vos!, pues esa única carta tuya que guardo desde hace 25 años, me deja con mucha curiosidad de saber como estás ahora, como piensas, que ha cambiado en vos desde entonces el caprichoso destino, del cual somos simples marionetas paraplèjicas colgadas de esos hilos que nos halan en impredecibles derroteros. Te acordás cuando estando yo en mina Rosita con la cruzada de alfabetización lleguè hasta la base militar Luis Delgadillo de puerto Cabezas donde te encontrabas asignado?.   Esa noche conversamos tanto!, eran los inicios de una utopía de la cual los dos èramos cómplices, junto con toda la familia, una utopía que nos envolvía como nuevas verdes epidermis, una autopía envolvièndonos y ponièndonos a levitar como el humo de tu cigarrillo, que intermitente ponía pausas a aquel íntimo intercambio de experiencias y consejos. Los dos caminábamos sobre la misma cuerda floja y tensa de aquellos álgidos años de Guerra de los 80’s. Tu cigarrillo ponía pausa a la perorata de los dos, había tanto de que hablar!, había tanto entusiasmo y tanta incertidumbre en nuestra vidas entonces!. De esa conversación recuerdo que vos insistías en que tu timidez te hacía pasar difíciles momentos, cuando tenías que mostrar un carácter enèrgico como jefe en la unidad asignada, y yo conocièndote como eras, igual a mí de tímido, te aconsejaba que recordaras los momentos dificiles que pasamos juntos en la guerra de insurrección allá en las calles de nuestro barrio de las Amèricas y que a pesar de ello estábamos allí todavía vivos. Te decía que si habíamos pasado lo peor, que era enfrentarnos casi sin armas a la guardia, entonces podíamos ahora enfrentar esos momentos y otros más, como retos que nuestros destinos nos habían impuesto. Yo ingenuo eso pensaba, pensaba que lo peor había pasado, pues como intuir todo lo peor que nos deparaba los años por venir?.

   Pero el destino ahora de nuevo nos ha lanzado a cada uno por diferentes mundos, y ahora ya perdimos todo contacto, donde estarás mi hermano?, te he buscado, algunas personas me han dicho que te han visto en Nicaragua, pero nadie me da ninguna pista de vos. He tratado de buscar a tu última novia, dicen que ella tuvo un hijo tuyo, es cierto?, sería de mucha alegría para todos nosotros en especial para nuestra madre que siempre te recuerda y espera algun día volver a verte. Daniel, como es possible que ya pasaron 25 años? , y no sepamos que es de vos?

  Se que somos pasajeros en esta vida, pero es dificil aceptarlo, no?; todo lo va devorando el tiempo inevitablemente. Que fugaz fuè todo aquello Daniel!, que fugaces somos los seres humanos!, e ilusos sintièndonos eternos y poderosos, cuando ostentamos irrisorios y futiles cargos. Nos olvidamos de lo pasajero de cualquier poder, de cualquier riqueza, de lo fugaz de la existencia. Nos falta recordar, que cada uno de nosotros sólo somos un microsegundo, en el tiempo transcurrido desde el primer humano haciendo historia en nuestro planeta.

   Cuántas cosas nos pasaron a vos y a mí, en todo este tiempo, en un cuarto de siglo?. En esos 25 años la revolución Sandinista se murió. Tambièn el fèrreo y cruel socialismo ruso sucumbió, a escasos cuatro años despuès de mi salida de Moscú; y con ese desplome se vinieron abajo muchos muros que dividían, separaban a muchos seres queridos, como el muro de Berlín. Hoy podemos acceder a la desclasificación de la información de los crímenes cometidos por esas utopías. Todavía me resulta pasmoso el haber estado en esa tierra rusa y, en esos días haber sido ignorante de todos esas víctimas del stalinismo. Sólo al haber caído yo tambièn al nivel del proscrito, del expulsado, del lacra para cualquier oficialismo, me dí cuenta de la falsedad de todo aquel idilio tanto en Rusia como en nuestro sufrido país Nicaragua. Pero haber abierto los ojos allá en Moscú, me permitió tambièn abrir los ojos para lo que se llevaba a cabo en nuestro propio país Nicaragua, a ese engaño, a ese fingimiento de ideales que quedaron enterrados con los hèroes de antaño. Se que en este punto nosotros discrepamos, cuando nuestras conversaciones con el correr de los dificiles años 80s, se alejaron de aquella conversación que hermanablemente sostuvimos en Puerto Cabezas.

   Hoy, acumulados los años, veo y repaso una y otra vez, viejas fotos que congelaron esos momentos de nuestra fugaz existencia, de años de inocencia, de tímidos rostros, de juveniles ímpetus y ánsias de aventuras, lanzándonos a explorar y vivir el impredecible mundo, aún que con ello peligrara nuestra vida misma, en los precisos años en que comenzábamos a vivir. Releyendo viejas cartas relamidas por el tiempo, hojas de mis diarios y del tuyo que abandonaste conmigo, logro recordar momentos vividos que a veces me parecen producto de la imaginación, y me sumerjo en esos días preguntándome, como se fueron?, como es que estoy todavía aquí habiendo vivido todo eso?, por què no sucumbí como tantos?.

   Te confieso que a veces me sentía culpable de ser sobreviviente de esas difíciles pruebas, de los riesgos de mi aventurera e idealística juventud, pues ya ves cuantos jóvenes sucumbieron. Ellos se merecían más que yo, ellos deberían de estar hoy recordando como lo hago yo ahora, todos esos años de apasionada juventud, estar a la par de sus nietos y hablarles de aquellos tiempos que ahora parecen míticos o puro cuento de borracho. Ellos más que nadie se merecían a pesar de los desengaños, gozar del placer de hollar con sus cansados pies de viejos, este bello planeta y respirar el olor del salitre en una costa lejana, de cualquier país, quizás lejos del que les vió nacer.

   Pero la vida impredecible que nos llevó  por derroteros insospechados, está aquí sin más remedio que vivirla, sabiendo que otros que estuvieron a nuestro lado no nos acompañan más en este incansable y peripatètico girar del mundo. Nuestra fugaz existencia es devorada por microsegundos, quizás esos seres imperturbables y devorados ya por el tiempo, a nuestro lado deambulan, en esa otra dimensión paralela, en la cual un día tambièn nosotros imperturbables devorados por el tiempo, les acompañaremos. Quienes te acompañan ahora Daniel, allí donde andás?. Donde estès, siempre te recuerdo hermano mío.

Abrazos y besos de nuestra madre y tus hermanos.
 

Tu hermano que no te olvida
Otto 
Berkeley, 7/1/2011

Foto de mi hermano Daniel Aguilar caído en 1986, tomada por Arturo Chow.

Friday, May 6, 2011

CUENTAS NEGRAS DE UN ROSARIO.


  Embozada en su chal negro, la noche se había desgajado sobre la colina, de su pecho, un prendedor de luna-plata se quitó, dejándolo entre las ramas de un árbol de jenízaro entre cuyas raíces me encontraba agazapado. De esa profunda oscurana reaparecieron como la noche anterior, tres lucecitas al otro lado del río, por donde comenzaba la trocha, avanzando hasta perderse entre el caserío .

  La latidera de perros hería el silencio de la noche. Tuti, que posteaba a unos pocos metros de mí, se acercó para susurrarme :
- está chiva esa chochada… y sabès que decía mi abuela?
- que decía tu abuela Tuti?
- puès que los perros ven al diablo en la noche
- no digás pendejadas Tuti, quienes vamos a ver al diablo cuando amanezca seremos nosotros. - Mejor abrí bien los ojos… mirá, ya las luces desaparecieron!.

  En ese momento vinieron a mi memoria las palabras de don Chinto resonando como golpes estentóreos dados dentro de una lata vacía:
- Puej vea amigo, yo le voa contar... vè aquella fila de genízaros, allá por el camino Real, al otro lado del río?...- allá om!, a orillas de caserío, puèj allí mesmito los vi aparecer!, cuando yo ensillaba el caballo para ir a buscar unas pastillas de cuajo a Quilalí... y tantito los víde, que me me les hago como que no, pos me libre diosito de esos desgraciaos!, vella puej amigó!. Eran como treinta rejodidos!...- puej ya le digo, allí mesmito pasaron los chilotes* y a la mañana siguiente estalló la purísima!.*
Una sensación helada me recorrió el espinazo. Chilotes y purísimas se me atragantaron al recordar denuevo a esas horas de la noche, las palabras de don Chinto.

  Eran las horas de la vigilancia nocturna, y entonces igual que todas las noches, ese cielo oscuro, nos tragaba e incitaba a lanzar divagaciones nocturnas, cual fugaces constelaciones, hasta perderlas en el infinito oscuro de la nada. Esas divagaciones eran torturantes nostalgias, por el ser querido que habíamos dejado allá en la lejana ciudad, al cual imaginábamos posiblemente, tambièn contemplando desde la ventana de su dormitorio, a las mismas estrellas y a la misma luna que nosostros contemplábamos en las montañas de Quilalí.

   El frío nos calaba desde los huesos hasta la misma conciencia. Observo el reloj, cuando faltan cinco minutos para las dos de la madrugada. Hora en que, en el diámetro de mi pupila, comenzaban a danzar los fantasmas del aquelarre de las postas, hora en que toda silueta parece cobrar vida. Tras unas matas de plátano, veo sombras movièndose, pienso para calmarme, que es el viento meciendo las hojas. Y es entonces cuando el alma me queda suspendida de un hilo, y el traqueteo en mi mandíbula aumentado por el frio, unido al temblor en mi estómago, eran las señas de aquella terrible lucha entre el deber y el temor.

- Shiiiii, shiiii....

   Sobresaltado, busco apuntando con el fusil el origen de aquel silbido. De un desparpajo de las ramas de un matorral, un pájaro sale volando y le maldigo, por causarme tremendo susto a esas horas!.

   Me entran deseos de orinar y me aproximo a un árbol, saco mi pene y me desahogo, por poquito y me orino en los pantalones!. Termino de orinar, un breve espasmódico movimiento del cuerpo me pone la piel de gallina. Con un sorbo de helado cafè que me quedaba en el pocillo, remojo mi garganta tragando el torazón que me provocaba aquella angustiosa posta.

   Así transcurrían las noches, como cuentas negras de un rosario hilvanadas a los pelos rubios del sol. De ese bendito sol, bendito por las mañanas cuando calentaba nuestros cuerpos de piel verde. Bendito, cuando me invitaba a curiosear la libertad de desnudos soldados, chapoteando en el río Coco cuales jóvenes atenienses de ensortijadas cabelleras y tupidas barbas; de fornidos biceps y fuertes muslos, producto del trajinar en aquellas agrestes montañas segovianas.

   Tuti, uno de los soldados más jóvenes de la tropa, era quien esclavizaba mis ojos a su rostro; procurando bañarme no muy cerca de èl, observaba entre discretas y atrevidas miradas, cada centimetro de aquel joven y enèrgico cuerpo, con el que los dioses del olimpo lo habían soplado divinamente hasta este inmisericorde rincón del mundo.

   Ah!, como disfrutaba al contemplar su grácil y despreocupada juventud. Por su carácter de niño juguetón, le sucedían las cosas más inverosímiles como aquella, cuando despuès de lanzarle un beso a una mucha del pueblo de Quilalí, en el preciso instante en que en el camión descapotado que lo transportaba, pasaba debajo de un alambre tendido de extremo a extremo de la calle, el cual dió con el pobre Tuti al suelo, perdiendo uno de sus dientes delanteros. Esa fuè la causa de la ventanita que quedó en su dentadura, al lanzar ese beso caro que había regalado a la muchacha de Quilalí.

   Aunque yo mostraba mi simpatías hacia èl, dándole a en tender que le apreciaba más allá de la camadería soldadesca, yo trataba de disimular la intensa atracción que el ejercía sobre mí. Había ganado su confianza y esto me hacía feliz.

   Un mes de abril en que nuestro batallón descansaba en la hacienda "La mía", propiedad confiscada a Somoza, Tuti y yo fuimos al pueblo de Jalapa, el cual quedaba no muy largo de donde acampábamos. Al recorrer la calle principal del pueblo, con sus casa de tejas de barro color zapote, que asomaban tímidas tras el camuflage de árboles de mango, matas de plátanos y otras frutas tropicales que inundaban con su aroma en aquel tórrido sol norteño, sentíamos regresar a la civilización; esto debido a que llevábamos cuatro meses internados en las montañas, muriendo y resucitando en cada zangoloteo diario en que reventaba la purisima*.

   Al pasar frente al bar Sandra, los dos decidimos entrar atraidos por la música que escapaba de la estridente roconola. Allí con nuestras raidas, sucias y verdes epidermis, instalados en un par de taburetes, observábamos con cierta envidia el baile sobaqueado de los parroqueanos. Tuti entusiasmado por la música, quiso invitar a bailar a una muchacha, pero una de las meseras le advirtió que desistiera de su intento, por aquello de que andaba con el uniforme militar y podrían pensar que estaba ingiriendo licor. Entoces avergonzado y frustrado se sentó de nuevo dicièndome:
- que vida mas jueputa èsta!, mientras unos nos vergueamos en el monte, otros se la pasan de lo lindo aquí.
- Ni modo Tut!i - ya habrá tiempo para eso despuès- le dije, dándole unas palmadas en la espalda, palmadas que más bien querían ser apasionadas caricias. Y le propuse:
-Oye!, que te parece si nos compramos escondidos una botella de rón plata?
- Ajá- me contesta- y pensás que estos majes nos la van a dejar zampar?
- Bueno, probemos!... con probar no perdemos nada... mirá allá- le dije señalándole el servicio de varones, sugierièndole tal tentador lugar, para tomar clandestinamente la rón plata.

   Y en breve instante estábamos allí con una ron plata en la bolsa del pantalón. El primer trago nos calló como agua bendita!. Y así estuvimos entre la mesa y el servicio de varones y la música que brotaba de la roconola metièndose y salièndosenos hasta por los poros, música que nos ponía a levitar con viejos recuerdos de nuestra despreocupada y lejana vida capitalina. Yo estaba algo mareado, y en una de esas fuimos al servicio juntos, y mientras yo me echaba un trago de rón, èl se dispuso a sacarle agua al "pajarito". Y que pajarito ni que nada!, si estaba dotado el mozo èste, de una hermosa y robusta paloma que sujetaba con su mano izquierda; para que quise más!, la mía se alborotó y quiso salir volando de su jaula. Un cosquilleo me recorría de arriba abajo, las manos me sudaron heladas y la boca se me hizo agua. Todas mis hormonas alborotadas, querían allí mismo desahogar los largos días de celibato forzado. De pronto abren la puerta del servicio, otro parroqueano entra apurado a hacer sus nececidades, dando al traste con mi èxtasis.

   Sin percatarnos, ya la noche de nuevo se había desgajado toda embozada en su chal negro, andando por todo el pueblo. De regreso a nuestra base, una escasa luz de linterna nos va alumbrando el camino; mientras bromeabamos aligerando el paso, no supimos en que momento habían surgido de la oscurana dos hombres que interceptan nuestra marcha, uno de ellos toma bruscamente por el cuello de la camisa a Tuti; llevaban sendas granadas de mano y estaban más ebrios que nosostros, por lo cual sin dejar de apuntarle con el fusil sin el seguro, tratè al inicio de disuadirlos, pero al no obtener repuesta de su parte, como instinto de conservación y no tanto por heroismo, apuntè decidido y les advertí:
- jueputa soltalo o nos vamos todos!
La borrachera se les fue al carajo y entonces desistieron, les dejamos ir , viendo como trastabillaban al caminar, mientras la oscurana de la noche se los tragaba. Tambièn nosotros nos fuimos espantados al carajo.

   A la mañana siguiente, el bendito sol comenzaba a sabijondearnos como de costumbre, y cumpliendo su rutinario destino, había soltado su larga cabellera dorada al viento, cual andrógino coqueto, envolvièndolo todo con sus pelos rubios.

  -Vamos arriba todos!, arriba compas, a formación! - De nuevo suena la orden del día, estentórea, sórdida en nuestros oídos. La misión de partir es dada, el itinerario a seguir: El Mapa, Palo Alto, la Pita, filo de la Yegua, filo de la Loma, etc, etc., lugares harto conocidos por nuestras gastadas botas. Sólo oirlos mencionar nos provocaba sequedad en la boca, y de nuevo en la cabeza aguijoneaba la punzante incertidumbre de salir otra vez vivo de aquellos infiernos segovianos, para contar el cuento. La columna de soldados a lo lejos se fue perdiendo entre los pinos, avanzando alerta y esperando en pausas a veces prolongadas, que el vaqueano y el pelotón de exploración despejaran el camino de posibles emboscadas; todavía aturdido por los acontecimientos de la noche anterior, yo imaginaba lo peor que nos pudo haber pasado a Tuti y a mí, y me sentí culpable por haber arriesgado esa salida nocturna con Tuti. Así seguimos caminando todo el día, hasta que nos cayó la tarde seguida inmediatamente por la noche con su chal negro, obligándonos a acampar en alguna montaña, hasta llegar al punto acordado donde montaríamos la emboscada.

   Al día siguiente, en las primeras horas del amanecer, aquel inconfundible disparo del fúsil galil accionado por los contras, daba inicio al aquelarre del mortal combate frontal. Reaccionar controlando el nervio, y la ubicación del enemigo como blanco de la bala certera, en aquellos primeros segundos de vida o muerte, era primordial!; algunos por la experiencia misma en múltiples combates, lograban tal control, pero aún así el temor a caer en combate siempre iba clavado en la mente de todos por igual. Otros que eran presa del terror, quedaban inmovilizados en ese instante, pegados a la tierrra o deseando enterrarese en sus pozos de tirador. Todo un vèrtigo fugaz y mortal nos envolvía a todos, en un desfalleciente tornado de balas y morteros. Las balas trazaban su mortal itinerario, en búsqueda de las víctimas como ofrendas del día al dios de la guerra. En algunas ocasiones sentí convertirme en una pieza más del frío fúsil soviètico AKM que cargaba, quizás fuè esa incomprensible reacción, como muchas de las que se suscitan en esos terribles momentos, lo que salvó mi pellejo, como aquella en el filo de la loma, cuando cargando la ametralladora que Daniel había usado en la toma misma de dicha loma, la accionè descargando toda la cinta que me quedaba, cuando parapetado tras unos pinos trataba de detener el avance de la contra que de nuevo trataba de tomarse la loma. Una granada explosiva que detonó cerca de mi, me inmovilizó por breves instantes, hiriendo con un charnel mi hombro derecho, en ese preciso instante un contra que ubicó mi posisión me gritó - hijo de puta de esta no saldrás!- y de nuevo el instinto de conservación se disparó en mi mente, como se dispararon todas las balas que todavía me quedaban en el magazine del fusil que tenía terciado en mi espalda.

   Si Polvasal, uno de los soldados más arrojados de la compañía, no hubiera regreasado a rescatarme de la retirada de la loma, ese hubiera sido mi último día, como lo fueron para el resto de soldados que no tuvieron mejor suerte que la mía.

   Previo a dicho combate, en la toma de ese Filo de la loma en Macaralí, "juventud", como le decíamos a Daniel, había caido abatido de un balazo en la frente cuando subía dicha loma. El era el amatralladorista, a quien días antes de su muerte, cuando nos preparábamos para el asalto del Filo de la loma, yo le había pedido me enseñara el manejo de su ametralladora. Entre las piezas que iba mostrándome, me enseñó la carta que su novia le había mandado de Managua, junto con un pañuelo con rosas rojas impresas y la dedicatoria: Te amo!

   Despuès del combate, el fuego provocado por las balas incendiarias ofrecían un espectáculo infernal. Los pinos eran antorchas de fuego plantadas en la montaña. Era tan desolador contemplar aquello!. Cuando recuperábamos los cadáveres de nuestros compañeros, de entre las cenizas del sacate quemado, yo escondía mis lágrimas tragándomelas y mis dientes se apretaban tanto como queriendo quebralos.

   Luego que la contra fuè desalojada de la loma, despuès de que le cayeran los cohetes de las baterías rusas "catiuskas", logramos subir de nuevo para rescatar los cadáveres de Gabriel, de Mauricio, de cascarita, entre otros. Todavía sus ojos estaban abiertos, como inquiriendo al cielo gris. Sus heridas con la piel morada y el cuerpo ya inflamado. El cadáver de "cascarita" estaba irreconocible, pues al quedar herido en la loma, los contras le prendieron fuego, ellos mismos nos lo gritaban esa noche, por la radio desde la loma, junto con improperios como: - piricuacos de mierdaaa! vengan a busca a su compa que se está quemando vivo!- Entonces en un penoso silencio, recogimos sus pesados y rígidos cadáveres, les amarrámos sobre las mulas, y les llevámos hasta a una cima donde luego serían recogidos por los papalotes*, para ser llevados a Managua.

   A la mañana siguiente, se me asigna con mi mi pelotón montar una emboscada en un sitio llamado las Pampas, fronterizo con Honduras, donde agazapados entre las tumbas de un viejo cementerio esperaríamos a los "azulitos"*, que usaban como corredor de entrada para internarse al territorio. La espera se hacía desesperadamente larga. En esos tensos momentos contemplaba, desde mi parapeto tras una vieja tumba, la salvaje belleza de las montañas segovianas, saturada de una sinfonía de verdes, donde un tenue aroma de pino se mexclaba con efluvios de muerte. Aspirè hondamente, conmovièndose hasta la última fibra de mis ser. Entonces pensè en aquellos tensos momentos, que aquellos bucólicos parajes segovianos, que aquellas brumosas montañas ensarradas, flotaban entre algodones asèpticos que cubrían tanta sangre derramada. Pensaba que esos bellos rincones de mi país, habían sido creados no para aquellos terribles escenarios de muerte; sentía en lo más recóndito de mí, que aquella subyugadora belleza de mi tierra, me ofrecía un adagio de despedida, y que sin importar como acabasen mis huesos, esos parajes los recibirían, como ya lo habían hecho con tantos más. Esa sensación, dejaba levitando mi alma en una nostálgica y bucólica despedida- claro! - me decía a mi mismo - ese sentimiento era por la cercanía de la muerte- pues hasta sobre tumbas estábamos esperando al enemigo. Pero la contra nunca apareció en el lugar supuesto, hasta, que al caer la tarde unas detonaciones de fusiles y morterazos, nos indicaban que los azulitos probablemente informados de nuestro plan, habían evadido la emboscada, penetrando por otro sector para enfrentarse con el resto de nuestra tropa que aguardaba en nuetra retaguardia. Inmediatamente recordè a Tuti, su juvenil rostro con las mejillas rosadas por el frio, apareció sonriente, mostrando el hueco de su dentadura, por donde lanzó aquel beso a la muchacha de Quilalí; tambièn recordè la parranda que nos habíamos puesto, y despuès el tremendo susto que nos habíamos llevado con aquellos dos contras.

   Antes de llegar a ese cementerio, me despedí de èl en su champa improvisada por un capote. Hacía tres días que èl tenía diarrea de sangre, y por esto era parte de los soldados que se habían quedado en el puesto de mando. -Bueno Tuti - le dije- yo no sè... pero presiento que la cosa se esta poniendo cada vez mas difícil... a donde me mandan hay muchas probabilidades que tengamos otras bajas- ... los latidos de mi corazón me ponían en verguenza ante èl, al sofocar mi respiración, y me despedí rapidamente antes que mi emoción desbordara por mis ojos. Le entreguè el poco dinero que yo guardaba y partí.

  Esa fue la última vez que nos vimos... siempre mi laboratorio memoril ha insistido en querer borrar estos tristes recuerdos y pensar que la vida seguirá indetenible su curso, a pesar de ellos... pues esto hace años ya que sucedió... a veces pienso, si en realidad esto no fuè producto de mis delirios insomnes, sin embargo su angelical rostro sigue latente como si lo ví ayer...

   De Tuti guardo una página sucia de su improvisado diario, con el dibujo de una mujer desnuda que èl me pidió yo le hiciera y al lado del dibujo con su letra escrito está:
- Soy un vulgar por la soledad que se vive en este momento-... y que joden estos sayules sólo porque no me he bañado.  Y al reverso de esa página escrito está con mi letra:
"Tuti murió el seis de mayo de 1983, cuando la contra que estábamos supuestos a emboscar en el sector fronterizo de Las Pampas había ingresado por otro lugar asestando ese golpe inesperado al puesto de mando, donde entre varios convalescientes se encontraba èl. All morir el acababa de cumplir 16 años.

   Hurgando en mi amnèsica memoria, ahora recuerdo lo que me contaron sus compañeros de combate en ese sorpresivo y fatal ataque ... cuando encontraron su cadáver, parte de su ensortijada cabellera y piernas estaban chamuscadas, en el costado izquierdo de su pecho mostraba una cruel herida, que posiblemente acabó con su agonía y su mirada quieta, fija, inquisitiva al cielo quedó.

   Tuti así partió hacia Managua y yo seguí en aquellos bellos infiernos segovianos, con mis benditos rubios soles, y con mis postas nocturnas de aquelarres y fantasmas. Noches como cuentas negras de un rosario, hilvanadas a los pelos rubios del sol.

*chilotes = así llamados a los contras en sus inicios
*purísima = el combate
*papalotes= helicópteros
*azulitos = los contras






































































Thursday, February 10, 2011

Éxodos e inquisiciones.




"Y saber que estoy aquí de paso, y que debo alegrarme de que así sea, 
que este sitio que es mi tierra, que este paisaje que es mi mundo, 
el único mundo que reconozco como mío, sea precisamente el lugar 
donde no pueda vivir y donde solo pueda venir de visita y como extranjero..." 
                                                                                     Reinaldo Arenas

  -Solo cuentos sos vos!, le espetaba escupièndole las palabras en el rostro, un incrèdulo contertulio a su compañero de mesa. Los dos eran personajes de esas pinturas de la post guerra del pintor alemán Otto Dix, que trasnochaban en aquel arrabal perdido entre oscuras calles, atestado de mustios inmigrantes, ajadas  prostitutas, desdentados y enajenados drogadictos, ebrios y travestidos que resucitaban en su senectud a la Greta Garbo, a la Rita Hayworth, entre otras luminarias de un glamuruso pasado. 

   Aquello era un pandemónium de esperpentos, garabatos del infortunio, fetos de abortadas revoluciones, funambulistas saltando de frontera en frontera, insomnes de pesadillas latinoamericanas, rusas, cubanas, nicaragüenses, africanas y europeas en la decadencia del siglo XX; víctimas de dos sistemas económicos antagónicos: capitalismo y socialismo, en sus mejores tiempos cuando cada uno de ellos y en sus respectivos países, defendían a capa y espada sus ideas políticas enfrentándose a muerte, y ahora se contaban sus cuitas, cada uno autocensurando o inventándole nuevos detalles al cuento de acuerdo al interlocutor de turno.


   A esos arrabales como tumores ribeteando la ciudad, acudían todos aquellos solitarios espectros uniformados por la miseria, a buscar refugio allí donde ya no había ninguna esperanza más que la de encontrar a alguien con el cual revolcarse en una noche de embriaguez, rumiando penas que metamorfoseaban en crueles chistes de explosivas carcajadas. 


   Todas las tardes, cual sonámbulo, Ricardo arrastraba sus pasos a ese bar, sórdido refugio, despuès de escapar del tedioso trabajo diario para pagar su renta, olvidándose de las pinturas de su serie de
"Éxodos" que inconclusas  languidecían levitando en las paredes de su estudio, en espera de su tiempo libre e inspiración.

   En la crisis económica estadounidense que recordaba la gran depresión de los años treinta, el arte era un lujo menos asequible de lo que reciéntemente había sido, y ese lujo ya no se lo podían dar aquellos que habían venido adquiriendo sus pinturas desde hacía quince años cuando èl había emigrado de Nicaragua. En realidad todavía èl no podía quejarse de su suerte,  acostumbrado a vivir solo, y sólo con lo básico, la agudización de la crisis no le llevaba a fatales decisiones. A cambio de borrarse del mapa, se perdía en èl, sumergièndose en sus oscuras zonas, allí donde pululaban aquellos seres convocados por el infortunio. Algunos de ellos le traían recuerdos de aquella Sebastiana nicaragüense, de aquel pavo real coqueto que caminaba por las calles de Managua, todo emperifollado en su papel de mártir gozoso de su metamorfosis. De todos aquellos asiduos al bar , Ricardo aprendería a sobrellevar con estoicismo los malos tiempos y sus limitaciones, aprendería a ahuyentar el dolor con la carcajada, a convertir la rabia en ironía, a travestirse de cinismo ante los novatos y creyentes de nuevos mesianismos, mesianismos que la historia repetía una y otra vez, como trampa para incautos y aprendices. Quizás en la soledad de su estudio, entre fotos de familia lamidas por el tiempo, mudas y perplejas, que le seguían con la vista desde la pared de su estudio donde colgaban, quizás solo entre cartas releídas, manoseadas y olfateadas, como queriendo encontrar el olor que pincha dolorosamente el recuerdo, quizás sólo entre vetustos libros con dedicatorias de sus autores habitantes ya de un más allá inalcanzable, era cuando Ricardo volvía a ser vulnerable, cuando trataba de convocar el recuerdo como bálsamo ante el indiferente olvido. 


   Ricardo repetía una y otra vez, que obligado a emigrar ilegalmente de Nicaragua sólo se había despedido de su hermano y amigos enterrados en el cementerio Perifèrico de Managua. Atrás dejaba una revolución muerta y enterrada, como enterrados estaban su hermano y sus amigos reservistas inmolados por los caciques de penacho rojinegro, en los batallones de la guerra de los años 80's.  Dejaba al pueblo pequeño convertido en infierno grande, donde la elite de los revolucionarios Sandinistas en el poder, eran como aquellos muñecos de paja que el general Sandino había dejado en el cerro del Chipote, como estrategia para engañar al enemigo.


  Sí!, sólo eso era lo que había quedado despuès de que se terminaran todas aquellas guerras. Sólo monigotes habían quedado de los viejos guerrilleros. Los monigotes menos afortunados, ahora por medio de soplos divinos, hambrientos pululaban en polvorientas calles, arremolinándose en rotondas con salmos y oraciones alrededor de imágenes de vírgenes que amanecían milagrosamente bañadas en sangre. Y de los guerrilleros afortunados que habían tomado el poder, sólo quedaba un fuerte consorcio de nuevos ricos aliados con los viejos ricos. 

   Al unísono, como un coro desafinado, el cuento de cada emigrante en aquella taberna siempre era el mismo, aunque matizado con diferentes detalles, producto del etílico elixir que anegaba las neuronas. 


   Entre los asiduos a aquella taberna, hediondo mingitorio, había una vieja bailarina rusa que había huido de la revolución bolchevique y que en París había envejecido esperando el regreso del zarismo a la Rusia de Lenin. Abandonada a su suerte, ella había de nuevo emigrado hasta donde ahora se encontraba. Ella era Celina, quien de vez en cuando había posado para Ricardo, intentando con dificultad retomar aquellas poses clásicas de bailarina que la hacían remontar a sus mejores tiempos. Aquellos tiempos cuando su elástico y estilizado cuerpo encorsetado vibraba siguiendo el ritmo de las notas del ballet El Lago de los Cisnes. Celina había emigrado a París muy jovencita, con los ballets rusos de Diaguiliev. Muchas veces había estado  en medio de las trifulcas que se armaban por los celos entre èste y su amante preferido, el  primer bailarín Nijinsky.  En muchas ocasiones ella había abogado por Nijinsky ante Diaguiliev, cuando èste le había cerrado todas las puertas a su carrera de bailarín, en cruel venganza por haberlo abandonado por una bailarina. Años despuès acabaría loco el desdichado Nijinsky, uno de los más destacados bailarines del ballet imperial ruso. 


   Esta historia se la había contado Celina a Ricardo, con quebrada voz y con ojos turbios de un azul grisáceo, mientras posaba para èl.  Escuchándola, Ricardo recordaba a ese genial y loco escritor llamado Gogol, cuyo triste final se asemejaba al de Nijinski. La tragedia hermanaba a Nijinsky con el escritor Gogol, para quienes el precio de la genialidad había sido la locura. El atormentado bailarín se habría de refugiar en las faldas de su esposa Romola, tratando de olvidar aquellas pasiones prohibidas y atormentadas que había sentido por el impetuoso empresario de las artes rusas, Serguèi Diaguiliev; mientras tanto Gogol, autor de "Las almas muertas", aquejado de muchos males y de sentimientos pecaminosos, manipulado por un fraile fanático, en sus últimos días se refugiaba  en la religión. Dominado  por el mismo fraile se sometió a múltiples y torturantes penitencias, como aplicarle sanguijuelas a su concupiscente y esquelètico cuerpo al que no había dado quizás la caricia con que el placer del pecado nefando le atormentaba. Gogol moriría arrepintièndose y renegando de la obra por èl escrita, obra que habría de influenciar al mismo Dostoievsky, quien afirmaría que todos los escritores rusos despuès de Gogol, habían surgido de su cuento El Capote.


   Quizás todos los que allí pululaban en aquel mingitorio de inmigrantes trasnochados, habían en realidad escapado de los cuentos de Gogol, pues sólo cuentos eran todos, y en puro cuento de almas muertas como la de Gogol se habían convertido. Puro cuento de esperpentos eran, garabatos garabateando su variopinto pasado, escapándose como sobrevivientes de capitulos inconclusos del cuento de sus vidas.


Otto Aguilar.  - Berkeley - 2/10/2011 

Imagen: Éxodos III. - Pintura acrílica sobre papel - 40 x 40" - Berkeley 2007