Tuesday, March 1, 2016

Claros de luna.

   


"Obscurece rápidamente en el bosque y más aún
cuando la muerte aletea en las pestañas."  
           Música en la soledad - Manolo Cuadra

  Disolvièndose en la tinta negra de la noche, las siluetas de los soldados aparecían y desaparecían bajo los esporádicos claros de luna.  El frío se filtraba en sus erizadas epidermis verde olivo, al filo de la noche. Avanzaron en sigilo, a tientas, tocando la espalda del soldado que iba adelante para no extraviarse en aquella oscurana. Hacía unas horas en la Upe La Unión (1), de la ciudad de Jalapa, los soldados del batallón de voluntarios de Managua, en formación escucharon tensos y sin reclamar a pesar del cansancio y desvelo, la orden de partir hacia el sector indicado, para montar la emboscada a los contras (2)  que ingresarían desde Honduras, el día viernes.

  Tras un par de horas de recorrido y avanzando algunos trechos como niños vendados que juegan a la gallina ciega, entraron en el umbral de una oscura pesadilla. Para algunos de ellos, esa noche sería su bautizo de fuego, lo cual los incitaba a ir con el credo en la boca, rezando al mismo Dios que no había escuchado similares peticiones de otros soldados caídos en combate.  De pronto, de la parte de atrás de la tropa, se escuchan ruidos como de algún animal que avanza a travès del matorral y, alguien advierte -apártense viene un animal!.  Precedido de un breve silencio, una lluvia de balas sobre la tropa de los reservistas cayó.  Los disparos ensordecedores impactaban haciendo blanco, desde arriba a ambos lados del camino donde la tropa había sido cercada. En un instante, el pánico se adueñó de algunos de ellos, provocándolos a disparar sin control, incluso impactando a los mismos soldados de su tropa.  El golpe de la contrarrevolución fue certero y veloz. Se supo despuès, que un trabajador de la Upe, colaborador de los contras, había informado a estos de los planes de la emboscada preparada para ellos. Un oficial del ejèrcito, enviado a reforzar a las tropas de reservistas, desde Managua en los inicios de las llamadas "Fuerzas de tareas" de la contrarrevolución, había ordenado tal operación fallida.

  En la confusión del sorpresivo ataque, las siluetas de los reservistas eran garabatos de tiza blanca esbozándose y borrándose veloz sobre el pizarrón negro de la noche.  Gritos, quejidos y detonaciones de fusilería, eran un pandemónium aterrador a los oídos de los soldados con ojos desorbitados y ciegos. El frío mordía los huesos y las carnes maceradas; crueles heridas destilaban  borbotones de sangre coagulándose en el instante.  Cuando la emboscada de los contras terminó, los reservistass empezaron a rescatar a sus muertos y heridos. Junto con otro soldado, Ricardo cargó a Nolasco, cuando lo cargaban sintieron el tufo a excrementos del herido, el cual había sido impactado en el abdomen.  Otro de los heridos se quejaba perdido en los matorrales, sólo hasta que aclaró el día lo encontraron cuando ya era cadáver; èl era un soldado de las unidades que habían llegado desde Managua a reforzar a los reservistas; manejaba un RPG-7 el cual estaba entre sus brazos, quizás despuès de haberlo accionado.  Mientras amarraban el cadáver un poco ya inflamado y de color morado en las heridas, vieron que la  prótesis de su pierna derecha estaba destrozada.  En la tropa le decían pata biónica; èl había perdido la pierna combatiendo en la insurreción final contra la dictadura de los Somozas.   Atado su cadáver a una mula, le llevaron hasta una colina en espera del papalote (3) que llegaría a recoger heridos y muertos.

 Otra de las víctimas de la emboscada era Joaquín, alias El Chè; la parte posterior de su cráneo había sido destrozada. Mientras en Managua,la novia de Joaquín, de la cual èl cargaba una foto, gemía de placer en una de las camas en un motel de la carretera norte.  Desde el motel se escuchaba la roconola estridente de un bar cercano, donde sonaba la canción de Perales, popular en aquellos días entre la tropa: "Y cómo es èl?... es un ládron... que me ha robado todo..."  La noche trastabillaba èbria de licor y sexo en Managua, mientras en el suelo de la morgue de un hospital de Ocotal, varios cadáveres, ente ellos el de Joaquín y el del combatiente con prótesis, desnudos y tendidos en el suelo, eran limpiados con el agua que vertía una manguera.

  Cuando los cadáveres eran trasladados a Managua en el camion IFA, Ricardo, que iba de custodio junto con otros soldados más y asignado a entregar la dolorosa carga a sus familiares, recordaba la noche anterior de la emboscada, a Joaquín riendo y bromendo sobre los condones que guardaba para cuando estuviese con su novia en Managua. En la carretera, entre los claros de luna de ese penoso trayecto hacia la capital, Ricardo contemplaba el rostro desfigurado de Joaquín,  pensando en lo difícil que sería entregar el cadáver a su madre, la cual era su vecina.

  La noche elástica se alargaba al igual que la carretera donde iba el camión Ifa, transportando los cadáveres que había dejado la emboscada del viernes.  Sumido en sus cavilaciones, Ricardo no quería que el IFA llegara a su destino; en algunos trechos, a la luz de la luna, èl creía verse a si mismo como uno más entre los cadáveres de Joaquín El Chè y el del soldado de la prótesis Pata biónica.

  Arriba, la bóveda oscura del cielo mostraba indolente a la misma luna que esbozó y borró como garabatos de tiza blanca en un pizarrón negro, a los reservistas de la emboscada del día viernes.

1- Upe: unidad de producción estatal en los años 80's.
2- Contras:  la contrarrevolución nicaraguense
3- Papalote: Helicóptero

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