Thursday, March 29, 2012

Crónicas de un remoto lugar en el cosmos.


"Los dioses habían condenado a Sísifo a empujar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso".
Albert Camus


  En la primera dècada del s XXI de aquel planeta llamado tierra, la pugna entre sus habitantes llamados humanos, que por largo tiempo sostenían entre ellos, llegó a ser insoportable. Las injustas relaciones de trabajo que los poderosos llamaban empleo, imponían a la rutina diaria, un truculento equilibrio de algo asi nombrado como: la oferta y la demanda de un combustible conocido como petróleo; el alza y baja arbitrariamente del valor de este producto del planeta imponía la fluidez o inercia de ese moderno sistema de esclavismo. A capricho de los dueños de ese oro negro, se provocaban las crisis económicas que redundaban siempre en más ganancias para esos dueños del planeta. El viejo sistema económico se basaba en la explotación de esa sangre negra del planeta, que por millones de años corría en sus arterias y que los más ávaro, rapaces y pragmáticos extraían de esas recónditas entrañas. Combustible que había puesto en marcha el inicio de tiempos modernos, (según los habitantes de dicho planeta), haciendo ricos y amos a unos, y pobres y esclavos a otros.
Ese esclavismo imponía a los más desposeídos, o sea la mayoria, pagar por vivir en el mismo planeta donde habían nacido, pagar por respirar, pagar por comer, pagar por vivir y a la vez pagar tambièn al morir y podrirse lentamente, en las catacumbas o pequeños montículos donde los cadáveres eran depositados en el subsuelo, en lugares llamados cementerios; contribuyendo así con sus despojos, al abono de ese oro negro a los hijos de los hijos, de los hijos de los dueños por generaciones y generaciones del codiciado fluído. Esto era lo normal, esto era lo acostumbrado. Los intentos de querer cambiar ese orden impuesto, terminaban siempre en una mortandad de esos habitantes y siempre en lo mismo, favoreciendo y erigiendo a nuevos dueños que despuès de un tiempo terminaban parecièndose a los anteriores.

Las dos desvatadoras guerras mundiales del s. XX en la historia de dicho planeta, terminaron en repartición de botines geo-politicos; por supuesto todo previamente calculado, tanto en la venta de armamentos a ambas potencias o paises contricantes, como lo hicieron en otra època, la familia Rothchilds, sacando provecho de aquella guerra que un tal Napoleón había lanzado olimpicamente en su carrera de emperador en aquella Europa anquilosada. Y así consecutivamente los poderosos de ese planeta en el s. XX, herederos desde èpocas antíquisimas de otros poderosos, fueron convirtiendo paises en colonias de esclavos modernos sin grilletes, pero encadenados a las máquinas de trabajo como una pieza más de ellas. Los paises que pasaban a engrosar la lista de paises miserables, los llamaron paises del tercer mundo, al servicio de los más ricos llamados, paises del primer mundo; esto originaba una constante migración de los más desdichados tercermundistas a esos paises ricos, pululando la mayoria de las veces, en dichos paises, como extraterrestres en su propio planeta.

Las èlites del primer mundo, por orden divina según ellos, descendían de
castas privilegiadas, que se casaban entre las mismas familias o entre los mismos hijos de los monarcas de los otros imperios, para mantener el control sobre la plebe hambrienta, que pagaba siempre altos impuestos a esas coronas, hoy exhibidas en museos; coronas que destilan sangre, del color de los rubíes que ostentan. Esos habitantes poderosos, entrenados en el arte de usurpar y enriquecerse a costa de los más desvalidos del planeta, impusieron ese fèrreo poder desde aquellos viejos imperios, colonizando y saqueando las riquezas naturales de los paises dominados. Estos últimos siguen aún debatièndose en la angustia existencial del ser o no ser.

Esa profunda crisis de inicios del s XXI, fue el inicio del cambio a una era insospechada para la población desposeida; la cual estaba harta en su impotencia, despuès de fallidos intentos de revoluciones sangrientas, que tambièn habían creado al final otra nueva èlite que les esclalvizaría igualmente. Los desposeídos, incrèdulos de líderes o hèroes salvadores, se refugiaban muchas veces en iglesias y cultos nuevos que proliferaban tambièn a la caza de incautos y desesperados; víctimas como aquellos que en otras èpocas, pagaban bulas papales para asegurarse la ansiada paz, en algún pequeño rincón del cielo eterno. En ese incio de s. XXI, la crisis se extendió por todos los rincones del planeta, igual que lo había sido para todos esos paises miserables que siempre habían puesto la mayor cantidad de cadáveres, para el abono del oro negro, que fluía en las profundas arterias del planeta. La experiencia que el pasado sangriento de ese siglo les había dejado, refutaba sus nuevos fanatismos políticos y religiosos atizados por lideres mesiánicos. Este era un patrón de conducta repetido constantemente en un enfermizo retorno.

 Tambièn esos habitantes dotados en ese período de su evolución, de un escaso cinco porciento de su capacidad cognitiva, insistían testarudamente, en la creencia de que ellos como habitantes de ese planeta, eran los únicos que no sólo, habitaban ese planeta!, sino yendo mas allá en su prepotente ceguera y vanidad, ser las únicas criaturas pensantes que el creador, al cual oraban y pedían de todo, había podido crear en el infinito cosmos!. Tal ingenuidad que rayaba en la estupidez, era el producto de miles de años de manipulación, muy bien orquestada por los poderosos, que si sabían de la existencia de esos otros mundos y de sus habitantes, de esos llamados dioses que constantemente figuraban con otros nombre, en un mítico y popular abultado libro, muy pintoresco por cierto!. Esos dioses que figuran como origen de muchas religiones, tales como los bimanas voladores de la India milenaria, de hecho eran habitantes provenientes de lo más lejano de ese cielo, donde siempre, a los habitantes de ese planeta se les hizo creer, habitaba ese dios y su corte celestial de ángeles; ese dios de la religión de ese planeta, que tantos sacrificios humanos en todas las variantes inimaginables perpetraron sus sacerdotes. Esos seres tenidos como dioses, eran más antiquísimos que los que habitaban esa tumba viviente de sangre negra y explosiva. Seres antiquisimamente modernos en el devenir de la historia del cosmos, y en el ir y venir incluso a ese planeta de Sísifo, llamado tierra, donde el futuro, como inmensa piedra llevada hasta la cima, siempre volvia a rodar una y otra vez cuesta abajo, en su eterno e inefable retorno al pasado.

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